Eran las 10 de noche y las calles estaban vacías, con las puertas cerradas y las ventanas pañosas de humedad debido a una pequeña llovizna de la tarde, que había dejado tras de si, una gélida temperatura, y pequeños charcos en las aberturas de la calle mal pavimentada. Una llovizna que atestiguaba algo común de nuestra ciudad… y que habían resultado en vano sus esfuerzos de esas miles de gotas, en tratar de borrar esos “grafitis” y limpiar toda la basura y excrementos de la banqueta.
Nadie se atrevía a salir de las casas debido seguramente a los grandes índices de delincuencia de nuestro país… y mucho mas tratándose del D.F. la ciudad mas grande del mundo o quizás por que nadie veía el motivo de salir, tal ves las familias estaban ahí, solo escondidas y temerosas de que alguien les pueda robar lo que ni siquiera pueden tener, porque solo poseen miseria.
Nadie a excepción de un hombre, que caminaba con pasos rápidos iluminado por algunos faros de luz, a punto de fundirse.
Su aliento se trasfiguraba en vapor debido al frió, lo cual también le obligaban a meter sus manos en los bolsillos de su pantalón roto y sucio. Sus ropas estaban un poco húmedas, pero ya casi secas, parecía que la lluvia de la tarde lo había sorprendido
Los movimientos de este hombre, cambiaron bruscamente cuando pudo escuchar el ruido de una sirena de policía a lo lejos.
No tuvo miedo, pero parecía que por milésimas de segundos detuvo sus pasos, para volver a caminar un poco más rápido. Sus ojos no mostraron preocupación, sin embargo una gota de sudor se escapaba de su frente, viajando por su cien y sus mejillas flacas y pálidas hasta su barbilla, para luego caer en el cuello de su chaqueta negra, que estaba manchada por algo, pero debido al color de la chaqueta y la débil luz de los faros, no se lograba distinguir.
El hombre se metió en un callejón y entró a una casa, prendió las luces, que iluminaban una vivienda de apenas un cuarto, con una pequeña cama sin tender, un inodoro y un lavabo a punto de caerse.
Se sentó y busco entre los bolsillos de su chaqueta encontrado un billete… un billete húmedo que soltó con una mueca rara en su rostro, después fue al lavabo y se enjuago las manos y la cara.
Como si su chaqueta pesara mucho, se la fue quitando lentamente, apago las luces y pretendió dormir, pero antes se fumo el último cigarrillo que tenía en la caja, lo fumo lento, tenía la rara impresión que si conseguía dormirse, otra vez soñaría esas terribles pesadillas que lo agobiaban de vez en cuando. Y parece que no se equivoco.
Cuando volvió en si, todo agitado se dio cuenta que había sido otra más de sus pesadillas, tenia ganas de fumar, unas ganas insoportables, así que se puso su chaqueta y salio de su cuarto, ya eran más de las nueve de la mañana y las tiendas estaban abiertas.
No había de extrañarse que todas las tiendas tuvieran barrotes de protección, el asalto a una tienda cerca, había dejado muerto al dueño, y nadie quería que les pasara eso, ahora las tiendas parecían cárceles ambulantes.
Cuando este hombre llego a la tienda, el despachador lo miro con inquietud y desprecio, como si supiera algún secreto, pero temeroso de siquiera pensarlo, así que rápidamente le busco los cigarrillos que quería, pero cuando estaba apunto de recibir el billete, se dio cuenta que estaba manchado de rojo, y un escalofrió le recorrió su cuerpo. No lo recibió con el pretexto de que estaba maltratado.
Un poco molesto el hombre dijo algunas palabras altisonantes, y se fue a buscar otra tienda, pero pasó lo mismo, nadie quería recibir ese billete.
Malhumorado y mas nervioso que nunca por la falta de nicotina, se sentó en la banqueta, ¿Cómo era posible que no le recibieran su único billete? . Estaba muy molesto, lo saco y lo desdoblo, mirando el rostro de un personaje de la historia de México, “Benito Juárez” decía debajo de rostro plasmado en el papel moneda… no tenia ni la mas remota idea de quien era, pero lo miro con atención, porque desde la mitad de el rostro de ese héroe nacional, había una mancha hasta el extremo del billete, una mancha roja… era sangre.
Y como una catarsis, empezó a recordar la tarde anterior, cuando ya estaba oscureciendo y una débil llovizna caía en la ciudad, aquel hombre que le decía entre sollozos, que tenia una familia, y suplicando que no le hiciera nada ¿familia? El rostro del hombre dibujo una sonrisa muda y sarcástica, parecía que su mente había fusionado esa palabra, con la mierda.
Ese hombre se reflejaba en su memoria, tan desesperado y como la lluvia fue el único testigo de cómo suplicaba por su vida.
No. A él no le importaba eso, parecía que ya se estaba cansado del jueguito de amenazador, así que con el mismo cuchillo de cocina, que tenia en la mano, se lo hundió sin consideraciones ni lastima, en un costado, y una oleada de sangre salió de ese orificio.
En ese instante doblo sus piernas y cayo al suelo, mojándose aun más, por los charcos de la banqueta. Y el cuchillo enterrado en su cuerpo. Él empezó a esculcar sus bolsillos, pero solo encontró un billete de 20 pesos, ahora mojado y manchado de sangre…
“--no… ningún puto va a querer recibir esta chingadera”..—se dijo así mismo, haciendo bola el billete y tirándolo a un lado de la calle.
Su panza le gruño con la esperanza de recibir algo de comida, se estaba muriendo de hambre… hoy tendría que hacer algo mejor que el día anterior, se propuso en controlar sus impulsos para no volver a soñar esas terribles pesadillas de nuevo. Ya se había dado cuenta que era lo que las causaba…
Se paro y continúo andando con pasos un poco mas rápido de lo normal…
Y ahí esta echo bola ese “papel” manchado de sangre. Quizás nadie se dará cuenta que la vida de un hombre vale lo mismo que un billete de 20 pesos en la ciudad más grande del mundo…
|