Hago del tiempo lo que quiero. Le quito sus agujas.
Acomodo una letra en cada gota de arena. Luego soplo.
Azul, marrón, asfalto.
Roedor, almendra, flor de loto.
Beso pero reloj, velociraptor.
A lo mejor sonámbulo, incienso, balaustrada.
¿Qué es ser coherente sino escuchar esta lluvia?
Pacífico, pragmático, ¿para quién?
Oligo, músculo, tántrico.
Dentro, palmar, agua tibia.
¿Qué importa sino ésta lluvia?
Rubio, tordillo, caballero.
Sueño líquido y vocal.
Kármico.
Residual.
Serrucho argelino aromado de tiempo.
Fóbicas claraboyas pétreas de cielo.
Vivo en un barco pelirrojo, mundano.
A la vez soy serpiente, avestruz, palo y enano.
Cáctus verde con espinas.
A lo mejor un cáctus epidermis.
Desierto gris y doscientas palomas.
En medio, digo: Soy agua.
Continúo con papeles doblados por el sol.
Un naranjo parecido a la luna. Virgen de sal.
Hojas viejas, escritorios.
Dos ventanas semi-abiertas,
Un dado y una sirena.
¿Cómo hablar de la vida?
¿Qué decir bajo el agua?
Burbujas con esperanzas.
Soda cáustica de amor.
Cañerías inconexas.
Húmedos sótanos verdes.
Y el cáctus, pobre hombre, muriéndose de frío.
Dientes que muerden las nubes.
Una abeja canta lírico aromado.
Liebres, senderismo, laberintos.
El cielo es azul, y la tierra mojada.
Paraísos pronunciables.
|