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Los acróbatas estaban listos para su espectáculo de saltos, volteretas, y riesgos sobre la red. Silencio que solamente se interrumpía por las exclamaciones y aplausos de los espectadores. EL CIRCO no tenía lugar fijo, estaba en todos lados, y para encontrar lo que querían solo tenían que pensarlo y misteriosamente se encaminaban por el buen camino, hasta llegar a donde querían. Los contorsionistas, las bailarinas, los tigres, más payasos, los títeres, el señor de los globos, el mago, todos están al final del camino de quien los quiere ver.

En algún lugar algo más apartado y tranquilo, estaba la Maga Cuenta Cuentos. Su sombrero estaba cada vez más poblado de minúsculas estrellitas por tántos niños que iban a escuchar sus cuentos y le regalaban sonrisas.



Cuando querían bajar a otros niveles, estaban los toboganes en espiral que bajaban en camara lenta. De sus costados brotaban deliciosos lollys, caramelos, galletitas, limonadas, refrescos, etc, que es en realidad comida sana disfrazada con gusto a todo lo que se cree que es. Así se alimentaban saludablemente y sin problemas.



También había comedores de lo más divertidos, en donde comían en grupos de amigos, o acompañados de su personaje favorito de la Ciudad Fantástica. Aquí tampoco hacían lios para comer, porque solamente con la presentación de los platos, el colorido, y el disfraz de los sabores ya era todo un festín hasta para los más difíciles en comer.

Cuando querían dormir, podían hacer dos cosas, una era ir al hotel, que no era uno cualquiera, cada uno podía elegir la casita de madera encima de un árbol que más le gustara, otra vez mojar la mano izquierda para saber qué cosas le gustaban, así, la casita-hotel, tenía todas las ilusiones que el huesped pudiera desear, y si quería dormir con otros niños tambien podía. Si le gustaba que le contaran un cuento antes de dormir, allí iba la Maga Cuenta Cuentos; si le gustaba dormir con peluches, aparecían cachorritos reales hasta que se quedara dormido; si le gustaba oir una canción, venían los pajaritos y le cantaban una de dormir; si quería abrazar un oso grandote, viene uno del comité de bienvenida, todos podían cumplir sus deseos e ilusiones. La otra posibilidad era dormir en uno de los castillos-mágicos del concurso de la playa, en compañia de hadas, duendes, y personajes de cuentos. Muchas veces les resultaba difícil elegir, pero podían cambiar cuantas veces quisieran e invitar distintos personajes.





En el nivel bajo había un precioso lago, que tenía una tarea muy importante: crear el Arco Iris de la añoranza. Cuando se extrañaba al papá había que mirarlo desde el sur y dejar que todos los colores entraran, cerrando suavemente los ojos, llenándolo todo desde la cabeza hasta los pies; cuando se extrañaba a la mamá lo mismo desde el norte; si se extrañaba a un hermanito o hermanita o algún otro familiar, desde el este; y si extrañaba a alguna otra persona o animalito doméstico desde el oeste. Si los echaba a faltar mucho a todos a la vez, pues vuelve rápido en una burbuja de tiempo con el corazón repleto de alegría que se rebalsa por los ojitos.





Se lleva en la memoria algunas cosas divertidas, que se quedarán para compartir con otros niños pero no podrá recordar las adivinanzas ni las cosas muy mágicas, para que los futuros turistas puedan sorprenderse en la misma medida que ellos en la Ciudad Fantástica.


Texto agregado el 17-08-2005, y leído por 249 visitantes. (1 voto)


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