No puedo más que volver a recordar lo acontecido en infinitas sucesiones predictibles. Y el aire se intercala en el umbral de mis sentidos, vuela dentro de esta piel que no se acostumbra a tu lejanía. Me abro en innumerables epidermis de placer, destejo el tiempo transcurrido, resucito el infierno de tu vientre para volver a reincidir ascendiendo hacia los cielos. Malherida, aún me regocijo susurrando nuestras palabras, bajo ese ronroneo que tanto te agrada, y aunque salgo de mí para librarme de tu espectro, nada ocurre. Parece que los Dioses han querido insertarte en mi cuerpo como una lluvia de placer que nunca acaba. Mi boca se disgrega en tu silencio, en el fruto de esa piel destellando los deseos, muero bajo el transcurso de una lengua invadiendo mi felicidad, como un estallido imposible de explicar. Nada se asemeja a lo que he sentido, ese morboso episodio parece haber ganado mi ser en una confabulación de sensaciones que no se pueden declamar, al menos en vida…

Ana Cecilia.