Eva caminaba hacia su casa con paso acelerado, no miraba a su alrededor. No se daba cuenta de las miradas que atraía, de que tanto hombres como mujeres se volvían a admirarla. Qué podía ella sospechar. Eva era una mujer madura, entrada en carnes, no muy alta ni muy baja. Era lo peor que se podía ser... normal. Era uno de esos figurantes de peliculas olvidadas, una sombra en la noche, unos pasos, nada más.

Pero hoy Eva caminaba firme y decidida, y sus ojos oscuros parecían relucir. Sus zapatos desgastados no envidiaban a los de cenicienta, sus rizos se agrupaban cual complicado peinado, su boca parecía nacida para ser besada.Hoy hasta esa leve cogera que le regalaron los años de trabajo parecía una danza divina, y todo a su alrededor danzaba siguiendo el son de Eva.

Porque, aunque nunca se dió cuenta, Eva nació para ser princesa, protagonista de un cuento de hadas, para ser admirada, para ser amada... Y aunque no se detuvo para entenderlo en los ojos de quienes la miraban, Eva fue por una vez en su vida protagonista, se convirtió en el nucleo del universo por un efímero instante aunque al cerrar la puerta y dejar todo tras de sí volvió a convertirse en nada.