EL VASO


Tendida en su cama, le observa detenidamente. Refugiándose entre los cojines pretende poder ocultarse, pero sin despegarle los ojos, como si buscara una respuesta o una salida.


La hora avanza y sabe que pronto llegará su marido, aquel que alguna vez le prometió amor eterno, pero que el paso de los años se encargó de borrar. Su cómplice la acompaña, junto a su cama. A medida que recuerda todos los detalles de su vida, le sigue observando, descubriendo que su pálido color se iba enrojeciendo, como si fuera una señal o un aviso.


Sabe que el plazo se acorta y que no hay mucho tiempo que perder, sin embargo, esa tranquilidad, tan característica en los momentos de tensión, la mantienen impávida y sosegada, mientras sigue observando el tinte que toma su amigo, quien, ahora le clava los ojos a ella, para anunciarle que ha llegado el momento de actuar, pues su impaciencia ya está traspasando los límites de lo permitido. Ella entiende el mensaje y, en el preciso instante que siente que alguien introduce las llaves, lo coge con la intención de que sea su marido quien sienta las caricias de su acompañante, sin embargo, no es lo que él esperaba después de tantas horas, por lo que provoca que ella lo roce, lo mime y, finalmente, cuando su esposo entra en la habitación éste escucha lo que parece un sorbo de agua y el ruido estruendoso de un vaso, descubriendo a su esposa con la mirada desorbitada.