Los científicos han encontrado restos de agua en Marte, dicen que pudo haber vida hace muchos millones de años. Lo cierto es que la hubo.
La leyenda cuenta que hace muchos, muchos años, cuando la tierra apenas había iniciado su camino hacia la evolución, existió una civilización especialmente próspera en nuestro sistema solar. Se llamaba Marte; el rasgo que más lo caracterizaba era su color rojo, tan intenso, que el planeta podía ser divisado desde otras galaxias.
Este color era debido a las grandes plantas rojas de hachís que crecían de forma natural por todo el planeta.
Los habitantes de Marte eran gentes sencillas y espirituales, veneradoras de madre naturaleza y sin mas preocupaciones que las de subsistir y no aburrirse demasiado.
Vivieron así de felices durante un gran tiempo, hasta que la codicia invadió sus corazones:
Comenzaron a anhelar bienes materiales, surgieron las envidias y se empezaron a construir fabricas para abastecer los deseos consumistas de la población.
Pronto la palabra compartir perdió su significado y desapareció en el olvido de la gente.
La codicia siguió creciendo y con ella llegaron las guerras, la contaminación, las luchas por el poder, la pérdida de libertades...
La verdad es que la palabra ignorancia era la que mejor designaba a los habitantes de Marte, de seres espirituales pasaron a convertirse en meros zombies sin cerebro que obedecían sin rechistar las órdenes de los pocos que tenían el control del planeta; para ellos, solo el hecho de acumular bienes de consumo era lo que daba sentido a sus vidas.
La contaminación creció a ritmo vertiginoso; ya nadie se reunía a charlar amistosamente debajo de los árboles, mientras alguien tocaba un instrumento y cantaba;
Ya no se escuchaban las conversaciones animadas de las gentes mientras brindaban;
Las risas nunca mas se volverían a oír; Incluso ya nadie recordaba a mama natura.
Pronto llegaría la destrucción del planeta: la contaminación seguía aumentando, el ansia de poseer y la violencia no cesaban, y apenas quedaba rastro de los campos rojos de hachís que había antaño, la mayoría habían sido destruidos para edificar las fábricas, las grandes ciudades o para la construcción de carreteras.
Madre natura no paraba de llorar, se estaba muriendo poco a poco y ellos lo sabían, pero no les importaba; solo veían su bienestar individual, estaban “ciegos” de poder.
Pronto no quedó nada, todo reducido a piedra y polvo, cualquier resto de vida había desaparecido.
De Marte sólo quedó su color rojo, producto de las lágrimas derramadas por madre naturaleza, que deshicieron el hachís y éste se disolvió, quedando plasmado en la tierra como recordatorio de lo que fue una vez Marte, y de lo que podía haber sido.
Y así fue como una gran civilización acabó consigo misma. Ahora deberíamos ser nosotros quienes nos planteáramos si es ese el futuro que queremos para las nuevas generaciones y si la tierra se convertirá en un nuevo Marte.
Nunca es tarde para cambiar, porque por muchas cajas de Pandora que se abran y de ellas salgan todo tipo de males, siempre quedará la esperanza.
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