Tengo los ojos viejos de tanto observar; soy la contempladora del mundo, la escritora de la historia que sucede a mi alrededor.
Mi sino es registrar en mi mente todo lo que mis ojos captan sin poder interactuar para cambiar el curso de los acontecimientos.
Estoy muerta. Estoy hecha de mármol blanco y lo único que conservo con vida es mi vista y mi cerebro, todo lo demás es idéntico a cualquier estatua que se pueda encontrar en parques y museos.
Condenada a la quietud en la maraña del tiempo vago, sufriendo con demasiada frecuencia los vaivenes mortuorios de la maldad en su estado puro. Sólo armada con mi mirada he podido contemplar que ya nadie es inocente.
Eones he pasado escrutando a los incautos que ante mí se paraban y me he percatado de que absolutamente todas las manos están llenas de sangre.
Cada sucio personaje que se topa con mis inquisidores ojos, alguna vez cambia la tinta por sangre de su enemigo, y escribe al menos unas pocas palabras prohibidas con el fluido carmesí. Y el verdugo se convierte a su vez en víctima, siendo el mundo una telaraña informe de apuñalados y ladrones de daga afilada.
Quien más y quien menos ha tenido ya sus flirteos con su lado salvaje. Sólo se salvan los niños, que aún miran con ojos limpios y conciencia serena con el único afán de aprender.
Los únicos que han conseguido mirarme directamente e intentar comprender lo que yo tenía dentro han sido ellos, los niños, que tarde o temprano caerán en las fauces de la loca hechicera y serán uno más en el camino, una página más de mi infinito libro.
Mi mente es tan sólo eso, un libro con interminables páginas, que se llena a la velocidad del rayo conforme van sucediendo los acontecimientos.
Soy la incansable transcriptora de las vidas ajenas, soy la estatua inerte que existirá eternamente.
No tengo la capacidad de cambiar nada, sólo de observar, de comprender y garabatear el gran tomo de una forma objetiva, de una forma que ninguna de esas mentes podrá comprender.
Mi tacto es frío, mi mirada podría parecer vacía, mi corazón está muerto y nunca he tenido alma. Al tener mente tengo la capacidad de entender, sufrir, tener sentimientos y amar, pero estoy condenada a vivir todo esto en soledad y silencio, desde este profundo abismo de la inmortalidad en el que me hallo.
Mi castigo es observar impasible y mi regalo es la inmortalidad
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