Marco estaba tan absorto con el regalo de su cumpleaños que hasta se le olvidó de cenar. Sus padres le habían comprado un nuevo ordenado, el Pentium 4. Todo funcionaba de maravillas: la grabadora, el lector de CD, la conexión de Internet mediante el sistema ADSL, la impresora... Lástima que solo faltaba un mes para acabar el instituto, si no hubiera presentado los trabajos de historia (que tanto odia) con el Word 2003. De pronto, su estómago protestó y salió de su habitación para dirigirse a la cocina.
Al cabo de un rato, se oyó una voz:
—¿Quién eres tú?
La pantalla se movió de izquierda a derecha buscando la misteriosa voz. Se fijó al frente, donde encima de la cama había una especie de teclado con un rodillo detrás. Supuso que la voz provenía del aquel artefacto, le respondió:
—Soy un Pentium 4, con memoria sram 1 mega, disco duro de 4 giga, placa madre Matrox 7.9, grabadora de...
—¡Tranqui, tronco! Te he pedido cómo te llamas, no tus datos técnicos; ¡que no te enteras colega!, y añadió—: mira, me llamo Olivetti Lettera número 36, máquina de escribir eléctrica portátil.
—Tanto gusto en conocerte —respondió el ordenador.
—¿Para qué sirve? —preguntó Olivetti.
—Bueno, entre otras cosas, para escribir —contestó Pentium 4, un tanto sorprendido.
—Para esto, estoy yo —replicó Olivetti.
—¿y qué más?
—Dibujo.
—¿Para qué se inventaron los pinceles?
—Busco información por Internet.
—¿Es que ahora no hay enciclopedias ni bibliotecas?
—Chateo.
—Para eso están los teléfonos...
El ordenador, al borde de perder la paciencia, le espetó con ironía:
—¿Sabes la pequeña y única diferencia que tenemos entre los dos, señora Olivetti?
—¿Cuál? —Preguntó con tono amenazante.
—Que yo puedo realizar todos estos trabajos, mientras que tú, ni siquiera, puede borrar un carácter; ni...
—Tiempo muerto —protestó un folio Din A4 saliendo de la funda de plástico—. Os habéis pasado por alto una propiedad fundamental que distingue entre los hombres de las máquinas. Por ejemplo, Cervantes escribió “El Quijote” en un calabozo solo con la ayuda de plumas y cuartillas. ¿Sabéis a cuál facultad me refiero?
—No —contestaron a la vez Olivetti y Pentium.
—La creatividad.
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