Querida María:
Hoy se alegró mi vida de la manera más sutil, pues recordé en un pequeño instante, que mis mejores días contigo, alguna vez se juntarían con mis peores días sin ti, en virtud de honrar, aquella vieja promesa de amor que sin aliento, nos cansamos de pronunciar y repetir, con la mirada cómplice de una tarde ensortijada...."Si alguna vez nos llegamos a separar, lucharemos por encontrarnos de nuevo, aún a pesar del tiempo y del febril extremo en la distancia, para combatir y luego desahuciar, la experiencia amarga de haber vivido sin el uno para el otro".
Se que tardé en escribirte y que la soberbia no me dejó pensar y te pido disculpa por ello, porque no supe darle valor, al purisimo amor que te robaba. ¡Solo María de los Angeles lo sabía!
Como lamento haber perdido las fuerzas, para detener tu partida y ojalá, tu amor refresque de nuevo el portal florido de mis sueños, que ahnelantes, lo recibe con deleite.
Tan solo quiero que sepas, que jamás te he olvidado y que mi mayor castigo ha sido,...¡Amarte todavía!
sin más se despide de ti:
Alberto
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