*~ Caer ~*
Ya no recuerda ni quiere recordar cómo llegó ahí, pero ahí estaba. El viento le helaba hasta los huesos y sonrió: sus huesos estaban a punto de estar bien abrigados hasta que se convirtieran en polvo. Cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla, confundiéndose con la lluvia que caía sobre ella. Miró hacia abajo, preguntándose qué se sentiría volar. Ese pensamiento la sacaba por instantes del verdadero propósito de estar ahí arriba, pero el deseo de saber qué se sentiría el tan sólo caer al fondo de todo era casi obsesivo de averiguar.
Dio un hondo suspiro y miró hacia el cielo, dejando que la lluvia le golpeara la cara. Tenía el cuerpo casi adormecido del frío, el cansancio y las infinitas noches sin dormir le pesaban. Sentía que en cualquier instante sus piernas colapsarían sin poder sostener más su angustia.
Se preguntó qué pasaría después. ¿Se iría al infierno o Dios se apiadaría de su pobre alma? No era una razón vana la que lo había llevado ahí, pero no podía evitar sentirse culpable y hasta un poco egoísta por lo que iba a hacer. Pero pensó que a nadie le iba a importar lo que le pasara, ya no tenía a nadie a quien pudiera importarle. Este pensamiento la devolvió a su estado de abatimiento, convenciéndola aún más de hacer lo que había venido a hacer.
Su vida no era más que un juego, una tontería. Algo sin sentido que no fue en absoluto útil. Se sentía como el eslabón perdido de una larga cadena sin principio ni fin. Su soledad la atormentaba, la ahogaba en su propio cuerpo. No era la primera vez que sentía que no podía continuar, aunque sí sería la última.
Como en un acto de despedida, miró a su alrededor; la ciudad a sus pies parecía invitarla a volar sobre ella. La lluvia era un suave rocío que la llamaba a nacer de nuevo. El viento era un murmullo agradable, como una lejana música que la atraía. Perdió el contacto con la realidad, acercándose al borde que lo separaría de una vida que no pidió y que nunca quiso. Todo parecía girar en torno a ella, acercarse y alejarse. Cerró los ojos sintiéndose mareada, pero se acercó aún más al borde. Dio una última mirada al mundo que la albergó durante los largos años de su corta existencia y sonrió como dándole las gracias. Cerró los ojos de nuevo, aceptando el desafío de volar, y por fin cruzó la línea… |