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Ana Laura Vázquez Murguía nació en la Ciudad de Manstuglia en 1876 en el barrio del Ciprés. Hija del comerciante Teodoro Vázquez Limonero y Matilde Murguía de la Concha, honorables ciudadanos de esta ciudad.

Ana Laura fue la menor de tres hijos. Su hermano mayor llamado Catán y Ramón el segundo. Los tres fueron educados bajo la religión católica que profesaba con fervor la señora Matilde, desde tempranito se podía ver la silueta de ella con sus tres hijos dirigiéndose a la Iglesia. En cambio Don Teodoro no era muy cercano a la religión, pero nunca intervino en la decisión de su mujer de crecer a los hijos creyentes.

Ana desde pequeña mostró inclinaciones hacia las artes y las ciencias, en casa pasaba largas horas en su habitación leyendo sobre botánica y química. Su padre la instruyó en la música y para la edad de 10 años tocaba perfectamente el piano, la flauta y la mandolina.

Se conserva sólo un retrato de ella cuando niña, siempre se negó a ser retratada, creía que era un acto de egoísmo extremo pretender conservar la imagen de uno mismo para la posteridad. Ana tuvo varios amigos imaginarios entre ellos Dulce, una niña de su misma edad quien creía vivía en un hoyito en la pared. Recuerdo que no se le podía mencionar la posibilidad de que Dulce no existiera, la enfurecía de tal manera que permanecía sin pronunciar palabra por días.

Anita, como todos le decíamos era extremadamente tímida, se sonrojaba con cualquier cosa y huía desesperadamente de cualquier evento social o público que requiera de su presencia. Cuando alguien fuera de la familia trataba de entablar conversación con ella, simplemente con cualquier excusa se retiraba a su habitación.

La habitación de Anita era la más pequeña de toda la casa, contaba con una cómoda, su cama y tres grandes ventanas, se ubicaba en el oriente mirando hacia los cafetales. Se negaba cerrar las cortinas para dormir, porque cada mañana esperaba ver salir el sol en compañía de Dulce, se le podía oír hablar desde antes del amanecer.

Doña Matilde, insistió en que Anita siguiera asistiendo a la Iglesia, cuando a los 16 años ella le anunció que nunca la volvería a pisar. No dio mucha explicación, lo único que dijo es que no le gustaba como la hacía sentir aquel lugar.

Anita amaba a sus hermanos y se sentía un especial afecto por Ramón, con quien asistía a la escuela, ella era de las pocas mujeres quienes en el pueblo sabían leer y escribir. Pensó mil veces en enseñar a las hijas e hijos de la servidumbre, pero la timidez la abrumaba y nunca lo hizo.

Catán dejó la escuela pronto para tomar el mando de los negocios de su padre, lo que le brindaba un respiro a Don Teodoro quien regresaba a comer a casa religiosamente a las 2 para pasar el resto de la tarde en compañía de la familia. Anita lo esperaba, aunque no hablarán mucho había una conexión indestructible entre los dos. Don Teodoro jamás cuestionó las decisiones de Ana,
en el fondo el sabía que la felicidad de Ana dependía del espacio que se le diera y fue exactamente lo que él le concedió. Desgraciadamente Doña Matilde nunca logró entender.

Anita se dedicó a cuidar de su madre cuando cayó enferma de un raro mal que le impedía caminar y moverse sin dolor. Dejó la escuela y se consagró a cuidar a su madre hasta su muerte.

La fiebre Tifoidea acabó con la vida de Anita a la edad de 23 años. Después de su muerte se encontraron cerca de 1 900 poemas, más de 500 cartas y 14 estudios botánicos de la región escondidos en su cómoda.

Ana Laura Vázquez Murguía "la poeta niña" como después la llamaron.

Texto agregado el 15-08-2005, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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