Tengo ganas de escribirte, ahora que tengo tatuada una sonrisa al recordarte, ahora que tu imagen esta colmada de hermosos recuerdos, hoy que el fantasma del dolor salio de la habitación y me dejado un aroma de felicidad.
Hoy quiero plasmar tu risa y tus detalles en mis pensamientos. Y es que si te he de amar por siempre en silencio, prefiero amar tu sonrisa que tu desden, prefiero amar tus detalles que tus desprecios.
Amar el terremoto, que no deja de ser devastador, pero si fue terremoto fue por tus bromas, por tus caricias, por el roce de tus manos, por tus palabras, por tus instantes.
Por ese día tumbados en el jardín de la escuela, escuchando un poco de tu vida, compartiendo un halito de tus sueños; por esa flor silvestre que ahora paga por mis ilusiones plastificada entre las hojas de mi cuaderno, comprimida como mi corazón, que en algún momento floreció al igual que ella, con el mismo amarillo destellante de sus hojas al sol.
Así estaba ese día mi corazón, tumbado con cara al sol, frondoso, con todos sus pétalos con cara al gran espectro solar, sonriendo y sonrojándose con tu mirada; estremeciéndose al roce de tus manos por mi rostro; deseando que esas horas fueran eternas entre los dos.
Así vivió mi corazón, igual que la flor, pero lo que nunca pensé, es que el destino de esa flor fuera el mismo destino de mi corazón. Y hoy aquella flor aunque comprimida, la veo y creo que me mira, y parece que su muerte fue sin dolor. Nunca sufre una flor cuando muere por amor, y aún la rozo y creo que se extrémese y suspira como yo.
Hoy quiero guardar tus palabras, hoy quiero guardar tu pasión, hoy quiero suspirar sin sufrir, sin añorarte con lagrimas en los ojos, sino con una sonrisa, quizás pícara, que me recuerde los momentos en los que jugamos con nuestros dedos y con nuestros labios.
Hoy quiero recordar tu voz, y las noches de desvelo intercambiando mensajes, como si la vida no nos diera un día mañana.
Hoy quiero recordar y amar ese terremoto que tiro todo a su paso, pero que me tomo de la mano mientras pasaba y me hizo pensar que no importaba nada, ni nadie. Y como buen terremoto, momentáneo y fugas, se fue, sin temor ni remordimiento. Y aunque mira los destrozos, ningún terremoto vuelve marcha a atrás para levantar el edificio que derrumbo.
Pero hoy me he sentado sobre los escombros, que poco a poco van siendo levantados a fuerza de voluntad; he decidido sentarme sobre la pila de tierra más alta, donde pueda ver el panorama, un poco desolado, pero no mirar hacia abajo para ver los derrumbes ni los sueños fulminados, ni las ilusiones destrozadas; he decidido mirar al horizonte, con el rostro donde pueda ver el atardecer, y pensarte, pensarte con todo el amor con el que un día te pensé, he imaginar con tanta fuerza hasta creer que sigo viviendo esos momentos. Sonreír y sentirte en mis labios, y sentirte en mi cuerpo, y vivir ese momento en los que pude abrazarme a tu ropa para llenar mi alma de tu aroma. Y tomar un poco de mi vida, rescatarla, y mirar como algunos sueños e ilusiones se reincorporan y se sacuden el polvo para volver a andar; pero ya no en tu búsqueda, porque esa ya sé que es inútil, no vale la pena buscar entre la nada, lo que nunca estuvo en la nada; sino para buscar fuerzas para volver a amar y reconstruir una ciudad en la que quizás un día alguien quiera vivir. |