Hizo un viaje muy largo cuando sintió que el final de sus días estaba cerca. Trabajó desde la infancia para darse el lujo que estaba a punto de darse, solo una cosa deseaba: una casita con vista al mar y desde donde se pudiera observar cada día morir el sol en el océano.
Era un paraíso: palmeras, el sonido del mar a veces manso, a veces furioso, brisa y sol. Todo era perfecto. El arribo a su paraíso soñado, donde esperaría la muerte con sosiego fue en la mañana. Durante todo el día preparó el momento cumbre, la primera visión del sol poniente. Un sombrero y la infaltable guayabera fueron el ajuar suficiente, una butaca de madera rústica la herramienta infaltable, pero lo más importante era el lugar de honor en el que se sentaría para observar el acontecimiento, dio muchas vueltas, hizo cálculos geométricos, hasta que por fin halló el lugar perfecto para contemplar un momento perfecto – pareciera mucho trajín para un acontecimiento tan simple, pero era todo para él, un hombre que nunca había salido de la selva poluta de concreto-.
Cinco y treinta de la tarde, el hombre se acomodó en la butaca y esperó con calma, vio como el sol, lento, se posaba frente a él, los minutos corrían y las lágrimas a punto de escaparse...cinco y cincuenta minutos de la tarde, el gigante amarillo se enrojeció con furor y al emoción no le cabía en el pecho al viejo... y cuando el rector de la tierra se dirigía hacia su inevitable destino en las aguas, lo inesperado: una gran roca en el horizonte, pétrea y sucia, cubrió la vista del solemne acontecimiento.
Mier....hijuep.....roca desgraciada...maldita. Truenos y centellas salían del anciano que escondió su cabeza entre los brazos, ya no lloraba de emoción, sino de desdicha. El acontecimiento más importante de su nueva vida arruinado por una inanimada roca milenaria, era intolerable.
Aquella noche no pudo dormir. La paz que había ido a buscar se le escabulló entre el rencor y la obsesión. Su mente de depredador urbano renació en poco tiempo y la venganza contra la inanimada roca no se haría esperar, nada le impediría contemplar la puesta del sol al siguiente día.
Como no pudo dormir, se levantó con el mismo sol y salió a la ciudad mas cercana, compró mucha dinamita y la trajo con cuidado hasta su cabaña ( no quería morir antes de hora o por lo menos de acabar con la roca), preparó el plan con cuidado: iría hasta la piedra y le plantaría la dinamita en la base de tal manera que saliera despedida al mar por el impacto de la explosión. Así lo hizo, plantó las cargas, se alejó lo suficiente y detonó la pólvora. Esperó unos minutos mientras la lluvia de polvo y arena se despejaba, se acercó y encontró la roca incólume, intacta y hasta le pareció que se reía de él.
Pero no se dejaría vencer en el primer intento, un luchador que salió de la pobreza con ahínco no sería derrotado por una piedra gigante. Volvió a su cabaña a cavilar sobre una nueva estrategia, y la idea llegó. Fue a la ciudad y regresó con maquinaria pesada, dos retroexcavadoras empujaron por tres horas la roca, con veras de lanzarla por el acantilado, pero sus esfuerzos murieron en la decepción; la piedra no se movió ni un milímetro. Llegó la noche y la fatiga venció al anciano que se durmió a la sombra de la roca.
El rayo del sol despertó al anciano. Se levantó raudo y con energías renovadas, una nueva idea lo impulsaba, esta vez no fallaría. Regresó a la ciudad y desplazó hasta la roca una cuadrilla de trabajadores con taladros neumáticos gigantes con una única misión: picar la roca hasta destruirla.
Taladraron hasta el anochecer y tan sólo lograron pulir sus paredes sin hacerle el mayor daño, el anciano se descargó en cólera contra la roca, la atacó hasta que las fuerzas lo dejaron. Nada que hacer, se dio por vencido y regresó a su cabaña.
FINAL 1
Al día siguiente, más tranquilo, regresó al acantilado y le habló a la roca: “ganaste, acepto mi derrota...eres más dura que yo, me quito el sombrero”. El anciano le hizo una venia y le dio la espalda para regresar a su cabaña; lo inesperado: el suelo empezó a estremecerse, la roca lentamente se desprendió del suelo y se deslizó hasta caer al mar y perderse en sus profundidades.
FINAL 2
En medio de la noche se despertó, como iluminado, tuvo una gran idea. Tomó sus herramientas y un poco de madera y fue hasta la roca guiado por una pequeña lámpara. Empezó a trabajar duro, trabajó el resto de la noche y al día siguiente la obra estaba terminada. Una gran escalera desde el suelo hasta la cima de la roca y la butaca como estandarte en lo más alto.
Cada tarde el resto de sus días el anciano subió la roca, se sentó en su butaca y contempló conmovido, el atardecer, más hermoso cada vez.
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