El atajo resultó encantador, cruzó dos mil infiernos tratando de alejarse de aquel otro fuego, amanecer en deliciosas tabernas vulbares, sumergido en aromas de sensualidad, la esquina del deli amoroso de a ratos relució, con una bedetta 7.65 montada en la sien intentó asesinar el último de los recuerdos que nunca debió permitirse tener. Ahora el relator de sus ratos de suave venganza anuncia un tiempo muerto, la lección entre líneas se hundió; buceando entre copas intentó rescatar alguna dulce luz perla del naufragio. El capitán supuso mal una vez mas, que nadie intentaría enfrentar su tenebroso semblante, como pudo resistió, pero en un penoso descuido emocional los marinos tomaron el puente de mando, el motín como es sabido fracasó, nadie medianamente alerta puede suponer siquiera como timonear tal tempestad. Marea en llamas, arremolinante, perpetua; la cordura pierde el trono y hasta una diosa pirata de ensueño voraz cedió al terreno de una inmortal suavidad. Vivió el amanecer navegando brumosos pétalos. La vigilia sorprendió en un descuido al océano perdiéndose en falsos brillos cromados, llamado gris del mas acá, de acá nomás; en un leve intentó por cambiar el horizonte, el escenario descubrió que ciertos deseos se amotinan en la sopa diaria e incineran la desgracia perpetua de ya no intentar renacer.
Un guiño fugaz del destino resonó en aquella atmósfera congestionada por demás, en el navío se conserva todavía algún perfume de labios salvavidas, al puerto, como es de suponer se prometieron ya nunca mas arribar, el tripulante insumiso se resiste a refugiarse en el imperio inabarcable de la muerte, a la deriva de corrientes admirables la proa de los sueños por última vez sonrió.
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