Aquella noche tenía que escapar del mundo, sentía que no había persona que pudiera comprender mi pena. A pesar de que todo aparentaba perfección sabía muy bien que no lo era, quería alejarme de todo lo que me rodeaba, quería sentir la soledad plena para poder escuchar mis pensamientos, quería perderme en aquel gris bosque que me separaba del mar para después caminar por la arena, sentir la espuma pasearse entre mis dedos, escuchar las olas quebrarse , sentir la húmeda brisa salina rondando por el aire, sentarme y ver el reflejo de la luna deformarse por la marea, ver las estrellas , hacer historias de amor uniéndolas, escuchar el canto de los pájaros al amanecer.
Aquella noche escapé de mi existencia, corrí de todo, no quería saber nada de nadie, buscaba mi soledad mientras corría y me adentraba en aquel bosque, oía los gritos del mundo. Oía mi nombre en un fondo que no me interesaba escuchar. Algunos gritos eran con ira, otros con preocupación, pero ninguno me importó, ninguno me detendría, pensaba que no había fuerza alguna que pudiera pararme hasta que escuché esa voz. Era tan diferente a los demás gritos. No era un grito, sino una tierna voz que suspiraba mi nombre con la misma soledad que sentía yo aquella noche; pero de una manera tan dulce y melancólica a la vez. Al escucharla sentía que mi corazón se partía. Entonces cambio totalmente mi parecer. Podía cambiar el mar y las estrellas por la oportunidad de verte. Fue tu voz la razón que me hizo retornar, tu voz diciendo mi nombre. Di media vuelta para seguir el melódico sonido que partía de tus labios. Seguí aquella exquisita sinfonía hasta encontrarte yaciendo debajo de un árbol, abrazabas tus piernas, temblando de frío, iluminada apenas por una bella luna llena. Tu mirada expresaba temor e incertidumbre, pero al verte encontraba el reflejo de mis sentimientos pues mi soledad parecía haberse personificado en ti. Al verte te llamé y tú me dirijiste la mirada, te levanté, nos abrazamos, me preguntabas que era lo que hacía. Te expliqué con pocas palabras y me comprendiste. Te mire a los ojos. Te besé delicadamente para que entraras en mi corazón y no salieras nunca más.
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