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Madre Mía, dame una señal. Te suplico que de alguna manera me hagas saber que me ayudarás a terminar con la miseria. Llegué hasta aquí, gastando el último centavo que tenía en el bolsillo, para arrodillarme a tus pies y rezarte con el corazón en la mano, Madre, pero la puerta del templo estaba cerrada. Sé que es tarde, sé que hace mucho frío... lo siento en los huesos, carcomiéndome el alma. El abrigo que llevo no es suficiente, pero me abrazo a tu amor, Madre, para que me dé calor y me reconforte. ¡Por favor, por favor! Ya no aguanto no tener un plato de comida para poner en la mesa de mis hijos, vagabundear buscando el trabajo que nos permita sobrevivir, por lo menos veinticuatro horas. Mi familia tiene hambre y me clavan en el pecho unos ojos suplicantes. Madre, tú sabes que estoy dispuesto a realizar las tareas más inhumanas, mientras sean dignas.
A veces, te confieso, que la desesperación me ha hecho tener pensamientos impuros, pero la voluntad es fuerte, como fuerte es tu amor.
Creo ser un buen hombre, Madre. Jamás me he apartado de la senda, he obedecido cada uno de los Mandamientos, que para mí son ley. La ley de mi vida entera.
Mientras camino de vuelta a casa, con las manos congeladas dentro de los bolsillos, buscaré tu señal. Sé que voy a encontrarla, porque nunca me has defraudado. La suerte no ha estado de mi lado últimamente, pero yo siento tu presencia, tu abrazo amoroso, tu aliento fresco y suave acariciando mi rostro curtido. Estás aquí, siguiendo mis pasos torpes, cuidando que las espinas que encuentro en el camino no me lastimen demasiado.
¡Gracias, Madre Mía! Ya veo tu imagen en el zaguán de aquella casa, benditos sean los propietarios que la pusieron allí. La iglesia cerrada no impedirá que me arrodille a tus pies y te rece como había planeado. ¡Puedo leer tu señal! Mañana, cuando salga el sol, todo cambiará, será un día brillante, será el gran día, Madre, puedo adivinarlo. Apuro el paso para llegar pronto a tu regazo, alzar la mano aterida de frío y tocar tu maravilloso manto celeste...

-¡Sucede, oficial, que ya nos han robado cuatro veces la imagen de la Virgen!
-Bien, señor, pero electrificarla fue demasiado.



Texto agregado el 11-08-2005, y leído por 370 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
10-06-2011 No sé si reír o llorar. En todo caso, muy buen texto. galadrielle
20-02-2009 Es como comparar el pesebre del Vaticano con el de Belén. 5* jugama
08-03-2007 que bello con esa originalidad meditadora**** neison
02-03-2007 Buen texto. BNien llevado. Me gusta el estilo. caio
16-09-2006 Un muy buen texto. ULEIRU
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