En un tiempo que no recuerdo y en un lugar que no importa, un acontecimiento desconcertó al reino entero de aquel territorio.
El rey Jeremías II vivía en su mundo totalmente perfecto, hasta que se enteró que la reina Luciana le era infiel con uno de sus esclavos.
El rey. Un hombre de buen porte, ojos de ensueño, manos grandes y un cuerpo de atleta no se podía imaginar como aquella mujer le pudo ser infiel
-si le he dado todo- se decía. Joyas, viajes a lugares inimaginables, todo con lo que cualquier mortal soñaría.
Tanto fue el dolor del rey que decidió suicidarse. Pensó en un modo muy común y simple, aunque doloroso, pero nada dolería más que el engaño y la deshonra, así que se cortó las venas y mientras se desangraba lloraba de rabia. Cuando la muerte olió la sangre y escuchaba el grito desde el otro mundo se fue acercando cada vez más hasta llegar al reino para llevarse a quien osaba despertarla de su sueño.
Cuando llegó y vio a rey, algo pasó en ella. Se sintió atraída, sutilmente conmovida y tal vez hasta excitada. Cuando ya estaba a punto de morir el rey, ella le preguntó ¿por qué has decidido morirte?
Porque a quien amo no me ama y por el contrario me engaña. ¡Oh! Bello rey no entiendo porque alguien no querría amarte si eres tan hermoso como la niebla perfecta.
¿Pero por qué no me llevas de una vez, no te das cuenta cuanto estoy sufriendo?
No puedo rey, creo que me he enamorado, y si te llevo conmigo te perderé para siempre, pues yo solo me encargo del viaje y dejo a las almas donde tienen que estar, ya sea arriba o abajo.
El rey seguía sangrando y no moría.
¡Llévame ya! Pues en este mundo no hay nada que me de buenas cosas ni me detenga. No mi bello rey, no te llevaré, pues dejándote en la tierra almenos tendré el consuelo de volver a verte, pues ahora se que te amo y aunque nadie lo crea tengo miedo de que me quede sin ti.
Pero que dices, si tu eres a quien le teme hasta el más valiente. Llévame ya, te lo pido te lo imploro. No mi bello rey, no puedo pues te amo.
La muerte dio media vuelta y se fue, mientras el rey siguió desangrándose sin morir.
Al día siguiente, tan fuerte fue el grito que la llamaba que la muerte regreso y le dijo ¡oh mi rey déjame amarte! Pues se que no podré llevar a nadie más si no me curo de este amor.
Puedes hacer conmigo lo que quieras no me importa más nada, llévame contigo y déjame donde me toque, pero no quiero seguir sufriendo en este mundo.
Para eso mi bello rey solo debes decir un SI después de las palabras que yo diga: ¿DETAR SEAS CONETER ETNEMAN? …… pero el rey no respondió.
¿Qué pasa mi bello rey? puedo poner mil cuerpos a tus pies, oscurecer el cielo entero y hacer brotar fuego de la tierra, poner a tus pies lo que desees, solo dame un SI.
Lo siento, pero no es que desee tanto, solo quiero que una vez que me una a ti me regales dos almas.
- eso no lo puedo hacer, pues las almas no son mías, yo solo las recojo-
Bueno, entonces quiero que te lleves a alguien. Has eso por mí y seré tu compañero eterno. Eso si puedo hacer, pero solo hay algo que debo decirte; al momento en que te lleve conmigo tu cuerpo no morirá pues no te entregaré a ningún lugar, ni al de arriba ni al de abajo. Tu alma andará conmigo eternamente. Y tu cuerpo quedará profundamente dormido por millones y millones de años por toda la existencia.
Ahora solo dirás SI después de que yo pronuncie mis palabras; ¿DETAR SEAS CONETER ETNEMAN? SI, contestó el rey, eh inmediatamente dejó de sangrar y su cuerpo de desplomó en el suelo, mientras que su alma salía de él ayudado por la muerte.
Ahora te toca cumplir tu parte del trato. Pues bien dime a quien quieres que lleve y a que lugar.
- a la reina Luciana, quiero que mates a la reina.-
- pues así será-
Y en el preciso momento en que la muerte la llevaría, el rey gritó ¡NO! Prefiero hacerlo yo mismo ¿puedo? Ahora eres mi compañero y puedes hacer todo lo que yo hago, le dijo la muerte y le dio la guadaña y el rey corto el hilo de la vida que sujetaba al mundo terrenal a la reina Luciana. Le ordenó a la muerte que la llevara al infierno y la dejara en ese lugar. Mientras esto sucedía, una sonrisa de satisfacción invadió su rostro y se dijo a sí mismo “Mi venganza está cobrada”.
Desde ese día el rey deambula en la nada, siempre del brazo de quien lo ama, la muerte, esa muerte que cometió un crimen por amor, esa muerte a quien le temen todos y que una vez se enamoró.
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