Esquina, microcentro. Puesto de panchos, vereda angosta, colectivos llenos que pasan fumigando todo a fuerza de inyectores hechos mierda.
Protagonistas: dos señores de traje, rondando la quinta década de existencia. Se acerca uno al otro, que parece estar esperando algo, extiende la mano con un celular:
- Disculpá, se te cayó esto.
El otro mira, confundido:
- No, ese no es mi celular
- Si, se te acaba de caer
- Te digo que no es mi celular
El primero duda, parece recapacitar, luego toma fuerzas:
- Fijate, se te acaba de caer del saco, yo venía caminando atrás tuyo
El interpelado, sin dignarse meter la mano en el bolsillo, retrocede un par de mínimos pasitos (¿creerá que el otro está loco? ¿que lo quiere afanar?)
- No puede ser, a mi no se me cayó, además mi celular lo conozco
El tipo ya, levemente ofuscado, lo mira un instante más. Creo que una puteada le brilla en el fondo de la pupila. Yergue la cabeza, lo mira a la cara:
- Ok, debo haberme confundido.
Se da media vuelta y se va caminando, aparentemente muy tranquilo.
El otro se lo queda mirando. De repente, se palpa el bolsillo interior del saco. Le grita,
- Eh! mi celular!!
Media vuelta, mirada, y con un gesto meticuloso, calculado, el tipo revienta el celular en el medio de la calle, al grito de:
- ¡Andá a la puta que te parió! ¡Ahi tenés tu celular!
Que lo parió, que paranoicos y nerviosos estamos todos... |