Quedaron paralizadas por el estruendo. Al principio pensaron que era un terremoto, que el edificio se estaba derrumbando pero pronto se dieron cuenta que el objeto que había destrozado el techo y parabrisas de aquel auto estacionado, había sido el cuerpo de un hombre.
Ana seguía en shock, tenía la cara y la blusa salpicadas de sangre; los transeúntes que se reunieron para ver el cadáver creyeron que Ana estaba herida, pero la sangre y pedazos de sesos incrustados en su cabello y mejillas no eran de ella.
Cuando llegó la ambulancia, varias patrullas ya habían acordonado el lugar.
- ¿Se encuentra bien?
- Si esta bien, intercedió Raquel, solo está conmocionada
- Déjeme revisarla - insistió el paramédico
Ana seguía sin poder hablar.
- Súbanla a la ambulancia, tendremos que llevarla al hospital
- ¿Es necesario que se la lleven? – preguntó Raquel
- Si, sufrió una parálisis, es mejor que la revisen
- ¿Puedo ir con ella?
- Esta bien, súbase
Un hombre fornido, vestido de paisano, con cachucha y lentes obscuros observaba la escena a distancia. En el trayecto al hospital, Ana se convulsionó y sufrió un paró cardiaco. Cuando llegaron al hospital ya estaba muerta.
- ¿Cuál era su relación con la occisa? – preguntó el comandante, después de exhalar una bocanada de humo
- Ya le dije que no la conocía, yo solo traté de ayudarla
- ¿Sabe ud. dónde vivía?
- Si, antes de abordar la ambulancia me entregó una tarjeta personal. Vivía justo en el edificio de enfrente de donde cayó aquel hombre
- ¿Sabe en que departamento vivía?
- Léalo ud. mismo, lo dice en la tarjeta
- ¿Le mencionó alguna otra cosa? ¿Le dijo algo?
- No, nunca me habló, solo me dio la tarjeta.
Después de dos horas de interrogatorio, el comandante dejó ir a Raquel a su casa.
- ¿Quiere que la lleve una unidad a su casa? – preguntó el comandante a Raquel
- No muchas gracias, no es necesario
- Como ud. quiera
La vio alejarse hasta salir del recinto.
- Menos mal que esta señorita no sabe nada
- ¿Está ud. seguro mi comandante? ¿De verdad ud. cree que no está enterada?
- He interrogado a miles
La cubeta de agua helada la hizo despertar. Se encontraba totalmente desnuda y amarrada por las muñecas con ambos brazos juntos y colgando de una armella empotrada en el techo. Apenas tocaba el suelo mojado con la punta de los pies.
- ¿Entonces qué chula?, ¿ya se acordó de lo que nos tiene que decir?
Con la cara hinchada y amoratada por los golpes Raquel apenas y podía pronunciar palabra.
- Nnooo sssé nnnad, ppprrr fvooor bbbaaasstttaaa yyya
- ¡¿Qué?! ¿su amiguita no le dijo que el muertito ése era su Padre? No me diga que no...
El hombre, volvió a tocar el piso mojado con las puntas de los cables que conducían electricidad. Raquel aullaba de dolor, sus dedos de los pies empezaban a adquirir el color negruzco de la carne chamuscada. A los toques eléctricos siguieron los golpes. Tres horas mas tarde exhaló el último suspiro.
- La niña no cantó jefe, se llevó el secreto a la tumba
- ¡No puede ser! ¡Eres un estúpido inepto! – y le vacío toda la carga de la pistola calibre 45
El pesado cuerpo cayó en medio del charco de agua y sangre, los cables de electricidad que sostenía en las manos, hicieron contacto con los líquidos, agua y plasma. El cuerpo se retorció involuntariamente por el reflejo nervioso que provocó la corriente al pasar sobre él.
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