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Una noche, de vuelta de un paseo por el bosque, Dora le dijo a su madre: “Tengo miedo mamá, he oído ruidos y tengo miedo a que vengan los monstruos.”

“No te preocupes,” le dijo, “eso solo pasa en las películas.”

Esa misma noche, el teléfono sonó varias veces y solo se oía un jadeo lento al otro lado de la línea. Después de la sexta vez, Mena decidió llamar a la policía pero no pudo hacerlo ya que la línea estaba desconectada. Minutos después se fue la luz.

“No pasa nada.” Le decía a su hija mientras buscaba una vela.

“Un golpe en la puerta la sobresaltó y como buena mujer curiosa, se fue a mirar por la ventana. Como no podía ver nada, abrió la puerta.

Sobre el felpudo de la puerta, yacía un hombre recubierto de sangre de arriba abajo. Mena se agarró el estomago y le arrojó encima mientras Dora, que había estado pegada a su madre, dio un grito tan alto que los cristales de la ventana cayeron en pedazos.

Mena dejó de vomitar sobre el cuerpo cuando unas luces de unos focos la deslumbraron, cogió a su hija, que por fin había dejado de gritar y volvió a entrar a la casa.

La luz de los focos de fuera llenaban la casa y cuando Mena vio la puerta del sótano, se atrincheran allí dentro cerrando la puerta tras ellas.

Dora comenzó a gritar otra vez cuando empezó a notar cosas en el pelo. No tardaron en salir ya que el sótano estaba lleno de cucarachas.

Al entrar al comedor, se quedaron boquiabiertas ya que el hombre ensangrentado de la puerta de la calle estaba ahora tumbado en el sofá habiendo dejado tras él un rastro sangriento.

“¡Hola!” Les dijo, “¡Soy el rey del tomate frito!”

Mena comenzó a chillar de nuevo.

El señor ensangrentado se levantó y se dirigió a la cocina. Dora, cogió a su hija para ir en dirección opuesta.

Justo cuando estaban a punto de salir por la ventanita del cuarto de baño, se oyó por un altavoz: “Se ruega salgan de la casa inmediatamente.”

“Estamos a salvo,” le dijo Dora a su hija, “salgamos por la puerta antes de que nos disparen.”

Al volver al comedor, vieron como el hombre ensangrentado empujaba con mucho esfuerzo el sofá contra la puerta.

“¡No se queden ahí paradas!” les dijo. “Hagan algo. Vienen a por mi los monstruos.”

“Ya te dije que habían monstruos.” Le dijo Dora en voz baja a su madre.

Unos disparos reventaron la puerta e hicieron añicos el sofá. El señor ensangrentado resbaló y cayó al suelo quedando inmóvil.

Unos hombres entraron en la casa con focos y uno de ellos gritó: “¡Corten! ¡Corten!” y dirigiéndose a nadie en particular dijo: “¡Se supone que en esta casa no debía haber nadie!”

Luego, dirigiéndose a Mena le dijo: “¿Qué hacen ustedes aquí?”

“De vacaciones.”

El señor las ignoró y le dijo a un compañero suyo: “¡Comprueba si podemos dar el rodaje del anuncio como valido!”

“¿Qué anuncio?” Preguntó Dora.

“El anuncio de Tomate Frito a Montón” y viendo que el señor ensangrentado no se levantaba, fue a moverlo.

“¿Levanta ya borracho gandul!” le gritó mientras le propinaba una patada. Fue entonces, cuando se dio cuenta de que su actor, el rey del tomate frito, yacía inerte en el suelo, cubierto de tomate de arriba abajo, esta vez muerto de verdad y no como en los rodajes.

“¡Vaya! Por favor, re-establezcan la luz y el teléfono, necesitamos llamar a la policía.”

FIN

Texto agregado el 11-08-2005, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


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