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Camilo se detuvo un instante, las palabras resonaban en su mente, un sudor frío recorrió su espalda y de pronto descendió en forma brusca de tres en tres los escalones que faltaban y salió a la luz de la calle, donde respiró aliviado.
Cuando dejaba algún tiempo sin ir hasta el templo, Camilo escuchaba la voz fatigada de su amigo que lo llamaba y una fuerza extraña que lo impulsaba a visitarlo nuevamente. No podía negarse y sus pies lo llevaban en forma directa hasta la escalera que lo conducía a la tarima del Coro.
Esa tarde, Camilo llegó a la puerta del templo y empezó a subir de nuevo las escaleras. Se disponía a tocar con sus nudillos, cuando la puerta se entreabrió produciendo el ruido característico de bisagras oxidadas. Camilo quedó petrificado, sus ojos miraban fijamente el interior donde solo había oscuridad y silencio. La tentación para entrar era irresistible, dudó un instante y al siguiente después de tomarse un profundo respiro, dio un paso dentro. Sus sentidos estaban en alerta máxima y sus ojos miraban fijamente la oscuridad interior. Con temor preguntó,
.- Donde estás?
No obtuvo respuesta, solo el silencio reinaba allí dentro
Tomando fuerzas de nuevo siguió preguntando
.-Por qué te escondes?
Los recuerdos infantiles desfilaron por su memoria y en ese instante recordó la procesión de fieles, que seguían la imagen de Jesús azotado, entonando cánticos religiosos. Percibió el olor del incienso impregnado en su memoria desde niño y recordó la sensación que producía la cera caliente cayendo gota a gota sobre su mano mientras sostenía el cirio. Escuchó allá en su interior, el cántico susurrante de los penitentes entonando el Misererum y se vio así mismo corriendo por el interior del templo, mientras buscaba en todos los rincones a su amigo que permanecía escondido.
La voz desde el interior de la oscuridad lo sacó de esos recuerdos
.- Sientes temor a la oscuridad..?