Las ciudadelas comienzan a oler su retirada,
Mientras dejan su resignación para otro momento

Porque es inevitable que dejen de existir
Porque no hay nadie que pueda mantenerlas prístinas para otra ocasión

Por ese motivo
[Y tantos otros

Ya comienzan a llover los sapos en Tokio
Porque se están quedando sin tiempo ni lugar
Porque aunque se los lleve el tiempo, no tienen edad


Que horror, que maldición; profieren de vez en cuando nuestros orientales amigos
Y es que no recuerdan tanta frustración desde tiempos absolutamente inmemoriales


Por eso les aviso a los que vienen con el símbolo del sol
Que hay demasiadas huellas bajo el paraíso

Y su Dios no quiere que las vean
Porque no quiere que sepan donde reside