El pago
Soy borracho y busca pleitos, no puedo vivir distinto, estoy muerto. El vino me hace sentir vivo y la sangre se torna liviana y chispeante en mis venas; entonces me da por ofender y siempre termino en el suelo, con un ojo moreteado y la dignidad hecha trizas. Es mi pago.
Vivo esperando el momento de la noche; el del bar, el humo, el vino, mi sangre chispeante, mis burlas, mi merecida trompada y mi suelo. Transito en mi muerte, soy un gusano y no tengo nada fuera de esas horas, no existe nada para mi más que el vino y el suelo.
Hoy tomé demasiado, casi me olvido de agredir para recibir mi pago, pero en un último momento saqué fuerzas y escupí mi risa burlona y mi agravio, los tiré en el rostro de mi vecino, esperando el golpe.
Una mano fuerte me sacó al aire fresco, me sentó en el cordón de la vereda y colocó un cigarrillo entre mis labios. Me revolvía la rabia, quería insultar, pero la boca no me respondía. No necesitaba lástima.
Estuve allí sentado un buen rato; el que me ayudó se fue, seguramente pensando que había hecho algo bueno con una lacra humana; pero no, no era bueno, yo necesitaba el golpe y la humillación.
Como pude me paré; a mis pies había quedado una parte de mi que me miraba, mi parte que aún esperaba algo, mi parte que no quería más golpes, mi otra parte que mirándome a los ojos reconociéndome y desconociéndome a la vez, como si fuese un extraño ajeno a él, me dijo:
-Por favor ¿me ayuda?, ya no quiero esta muerte.
Entonces le tomé la mano y lo levanté, lo abracé y nos alejamos los dos llorando. Por primera vez sin golpes en toda mi jodida vida, pensando que solamente yo podía ayudarme a volver a vivir |