¡RIDI, PAGLIACCI, RIDI!
¡Ríe payaso, ríe, la función debe continuar; ríe aunque te duele el alma, aunque estés muerto por dentro!
Nino, el payaso ríe; su cara es una grotesca máscara, impenetrable, inmutable y causa una vez más carcajadas de alegría en los más pequeños, que son su mundo, y aceptación en los mayores.
Firme en su sitio, está frente a su público al cual debe divertir, pero por dentro está llorando, el dolor oprime su corazón e invade su alma y a pesar de todo continua, su profesión así lo requiere...
Está al borde de un precipicio, parece caerse lentamente en él, el abismo amenaza en devorarlo; pero desde el fondo le llegan las voces tantas veces oídas y repetidas: “¡la función debe sequír!”...
La vida le deparó un doloroso golpe.
Su mujer Vera, estaba por dar a luz, ¡un niño suyo, un niño del payaso Nino, tan largamente esperado estaba por nacer!
Un ambiente pulcro y blanco los recibió, la felicidad colmaba sus almas y acrecentaba sus esperanzas.
Pero los dolores de Vera se acentuaban y fue llevada a la sala del parto. Una enorme puerta se cerró detrás de la camilla, que se llevó lo más querido de Nino.
Pasaron largos momentos de espera , interminables; las manecillas del reloj avanzaban y, ¡aún estaba cerrada la puerta!, nadie la abrió para anunciarle que el niño ha nacido...
De prontos se abre y palabras incomprensibles llegan a él, flotan en el ambiente, bocas que se abren, para anunciarle la triste noticia, que él se niega a comprender: “¡Su niño ha nacido muerto y su mujer no lo sobrevivió por mucho tiempo!”
Desesperación, tristeza y dolor invaden su ser...
Amanece un nuevo día, pero Nino tiene que continuar Está frente a su público y sólo él sabe, que es su última función.
Cae el telón, los mayores aplauden, los niños piden más, pero él se despide, sin que nadie se percate que las lágrimas que brotan de sus ojos, esta vez son verdaderas no dibujadas.
En la trastienda termina con su vida; un certero disparo, y él parte, ¡ tiene otra cita, otro destino, una nueva función a cumplir, la de unirse a los suyos!...
Una sonrisa queda eternizada en su rostro, mientras el viento a lo lejos murmura:
“¡Ridi pagliacci, ridi,
aunque por dentro estés llorando,
y las sombras opacan ya tus ojos!”
¡RIDI, PAGLIACCI, RIDI!
¡Ríe payaso, ríe, la función debe continuar; ríe aunque te duele el alma, aunque estés muerto por dentro!
Nino, el payaso ríe; su cara es una grotesca máscara, impenetrable, inmutable y causa una vez más carcajadas de alegría en los más pequeños, que son su mundo, y aceptación en los mayores.
Firme en su sitio, está frente a su público al cual debe divertir, pero por dentro está llorando, el dolor oprime su corazón e invade su alma y a pesar de todo continua, su profesión así lo requiere...
Está al borde de un precipicio, parece caerse lentamente en él, el abismo amenaza en devorarlo; pero desde el fondo le llegan las voces tantas veces oídas y repetidas: “¡la función debe sequír!”...
La vida le deparó un doloroso golpe.
Su mujer Vera, estaba por dar a luz, ¡un niño suyo, un niño del payaso Nino, tan largamente esperado estaba por nacer!
Un ambiente pulcro y blanco los recibió, la felicidad colmaba sus almas y acrecentaba sus esperanzas.
Pero los dolores de Vera se acentuaban y fue llevada a la sala del parto. Una enorme puerta se cerró detrás de la camilla, que se llevó lo más querido de Nino.
Pasaron largos momentos de espera , interminables; las manecillas del reloj avanzaban y, ¡aún estaba cerrada la puerta!, nadie la abrió para anunciarle que el niño ha nacido...
De prontos se abre y palabras incomprensibles llegan a él, flotan en el ambiente, bocas que se abren, para anunciarle la triste noticia, que él se niega a comprender: “¡Su niño ha nacido muerto y su mujer no lo sobrevivió por mucho tiempo!”
Desesperación, tristeza y dolor invaden su ser...
Amanece un nuevo día, pero Nino tiene que continuar Está frente a su público y sólo él sabe, que es su última función.
Cae el telón, los mayores aplauden, los niños piden más, pero él se despide, sin que nadie se percate que las lágrimas que brotan de sus ojos, esta vez son verdaderas no dibujadas.
En la trastienda termina con su vida; un certero disparo, y él parte, ¡ tiene otra cita, otro destino, una nueva función a cumplir, la de unirse a los suyos!...
Una sonrisa queda eternizada en su rostro, mientras el viento a lo lejos murmura:
“¡Ridi pagliacci, ridi,
aunque por dentro estés llorando,
y las sombras opacan ya tus ojos!”
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