La helada neblina daba a la noche el aspecto de un sueño pasado de copas. En el “Bar de Don Lucho” el percudido foco alumbraba a los borrachines con una luz tenue y vibrante. Cuando Tukiy abrió la puerta precaria de metal oxidado un tufo de alcohol y sudor inundó sus fosas nasales. Dio algunos pasos ruidosos, se sentó en un rincón haciendo crujir la silla, alzó sus pies sobre la mesa de madera despintada y luego sacó un enorme cuchillo de su bolsillo.

Esa actitud desafiante causó condescendientes sonrisas desdentadas de los beodos, incluso un tipo enorme cuya piel se asemejaba al cuero curtido soltó una estruendosa carcajada al ver a ese diminuto ser entrar de una manera tan desenfadada. Su poca estatura, su gracioso semblante y su ropa de niño no podían causar más que risas en un lugar como ese.

- Vamos, reto al mejor de ustedes- vociferó Tukiy con su chillona e infantil voz.

Apenas lanzado el desafío el gigante de la piel de cuero curtido se le acercó con un garrote de hierro entre las manos.

Aguanta causa, te quiero retar, pero a beber aguardiente, a ver cual de los dos es el más resistente- dijo asustado el burlesco pequeñín adelantando los brazos en forma de escudo.

Esa acción fue el detonante que activo las muecas desencajadas de regocijo en todos. Una ronca voz pidió a don Lucho que llevara la botella de cañazo a la mesa. El cantinero gordinflón se apresuró en llevarles el licor y dos copitas, excitadísimo, como los demás, por el duelo.

Frente a frente el gigante y el gracioso enano se veían a los ojos como dos perros furiosos gruñéndose. El primero en coger la copa fue Tukiy, la llenó hasta el tope y se la bebió por completo y sin miramientos. Al instante el otro hizo lo propio. El ritual de servirse y beber se repitió toda la noche, pero entre copa y copa el duelo fue matizado por bromas e historias divertidas por parte de los espectadores; que, por cierto, como su naturaleza les manda también siguieron con su rutina bebedora. El efecto de la algazara azuzada por el alcohol dio una resonancia estruendosa al ruido desprendido por la cantina; pero en un barrio lumpen como aquel la policía sólo aparecía para levantar cadáveres.

Al terminar la noche el licor empezó a hacer estragos en los contrincantes, ya había pasado el momento de la euforia y vieron sus sentidos desfallecer poco a poco a medida que los rayos del sol se asomaban tímidamente por los agujeros de la ventana cubierta con papel periódico. Todos los borrachines estaban más dormidos que despiertos, en un estado alcohólico e hipnótico, el gigante cayó a la mesa rendido tras beber su última copa. Tukiy salió de la cantina con paso tambaleante, al abrir la puerta la luz de la mañana golpeó fuertemente sus ojos, el día era claro y soleado.

No sé porqué, pero siempre funciona, es la manera más fácil de beber sin pagar – pensó el borracho; mientras doblaba por el callejón.