Hoy vuelvo.
En realidad no sé si llego o me voy. No logro encontrar diferencias entre los trayectos, es increíble la monotonía reinante en todos lados. Acá, allá, siempre igual...todo es lo mismo porque soy yo. A veces vos. Me quedo en mí pero no puedo cerrar las puertas. Entra tanto frío que empiezo a congelarme, de a poco. Mi cuerpo va tomando un tono azulado, mi voz desaparece, comienzo a temblar. Encuentro tu nombre entre mis pensamientos. Entonces nacen nuevas sensaciones, ahora puedo ver más claro lo turbias que son las cosas. Tantas transiciones me hacen mal. Y así me llevan a los extremos casi en el aire, a veces arrastrando. Necesito definiciones que no existen, o no quiero, o no entiendo. O no querés, o no entendés. O no existís. Me gusta pensar que sí.
En medio de un llanto no tan desesperado distingo tu voz. Temporal. Tan temporal como las promesas. Tan temporal como las palabras.
Y hoy vos elegís, vos decidís un poco mi destino, y me da miedo estar en tus manos. En tus brazos. Tus abrazos...
Podés quedarte, podés estar para siempre, para nunca, para ratos. Pero quedarte...en mí. Podés darme alas. Podés enseñarme y enseñarte. Podés creer. Crear. Inventar. Percibir. Estar. Ser. Sentir.
Existe otra posibilidad. Oscura. Oscura como yo, como me conociste, como antes de que me transformes en lo que en realidad soy o quiero ser. Soy. El sólo hecho de pensar en esa posibilidad me estremece, me eriza la piel, me da escalofríos. Pero esta vez no es como las demás. Esta vez las sensaciones toman un sentido lleno de tristeza. Esta vez las decisiones son demasiado decisivas.
Y me duele saber que se acerca el final. Me perturba sentir tanta impotencia. Odio la idea de que todo lo que fue (y es) pueda desaparecer tan rápido como apareció.
Porque siempre es así. Fugaz. Fugaz y triste.
Todo se desvanece con los segundos... el aire nuevo pretende ocupar el lugar de tu esencia. Ausencia.
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