Las yemas de mis dedos van trazando caminos
en el terciopelo de tu piel.
Mi aliento erecta tus folículos,
y se detiene ahí justo donde quieres que se detenga.
Tu tersa piel se va poniendo erizada
ante mi sutil contacto,
recorro tus hombros y tu espalda,
tus manos me acompañan
y tejen un sinfín de melodías
en el ámbito de mi cuerpo.
Tus labios se entreabren,
se humedecen con los míos
y piden el néctar de mi aliento,
más y más...
Tu lengua juguetona,
sale de su capullo y florece.
Tus ojos, abiertos, asombrados...
no pueden creer en lo que ven.
Me estremezco con tu hábil boca.
Mis manos, urgentes,
rompen todas las vallas,
todos los convencionalismos.
Es hora de ser uno!
Es hora de culminar lo nuestro!
Donde termina tu cuerpo,
termina el mío,
su espacio es infinito,
se prolonga hasta lo mas alto.
Tus carnes turgentes, amadas,
son el blanco de mis esfuerzos
el fin de mi existencia.
Solo existes tú,
sola en la noche,
tendida en un arco,
rodeada de estrellas luminosas
que encienden tu cuerpo,
y lo hacen refulgir contra el negro de la noche.
Tu temperatura se agiganta,
tu cuerpo despide un sudor salobre,
que bebo hasta la ultima gota,
hasta llegar nuevamente a la quietud
que queremos.
Llega la calma,
mi cuerpo me pide descanso,
tu cuerpo es un animal herido,
que quiere más y más.
Al paso del tiempo
abres tus ojos mansos
de cierva herida,
de animal silvestre.
Me miras profundamente conmovida
y me acaricias suavemente
y pides que satisfaga tus anhelos,
una y otra vez, incesantemente.
Mi cuerpo se ha rendido
ha fallado en el culminar supremo
me traicionó cuando debía estar presto.
Le daré su merecido descanso,
ya habrá otras ocasiones,
en que pongas a prueba mi templanza
y te prometo, amada mía,
que pasaré airoso y gallardo la prueba.
Lo prometes?
mira que si no me alejo...
Lo prometo, por lo que más quieras
no me alejes...
Por mi vida, por mi ser,
no, tengo miedo que tú te alejes.
Algún día lo haré
más hoy no...
Recorriendo solitaria el camino,
hoy tengo otra chance,
y quizás vuelva a encontrarte.
Debo demostrar mi hombría
en otra de estas noches de estío.
Me asustas,
como se asustan los cervatillos
cuando ven al lobo merodearlos
y corren despavoridos
ante su cazador,
tratando de evitar lo inevitable;
y me quedo mansa
sabiendo que el dolor
será maravilloso
y las estrellas fugaces
tejerán un manto de ensueños en mi mente,
por siempre.
Escrito en colaboración con Patricia Carina Pavia |