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No quiero dedicarle estos versos a Vallejo, porque sé no los hice con el corazón, sólo palabras, una sobre otra, que quise ordenar y que tienen un poco de Vallejo y por ello lo recuerdo...
¡Quítenme los ojos!
¡Que me los arranquen los cuervos!
No será me revelen los dados enternos
por la casualidad de un efímero encuentro
a la hora misma del crepúsculo en solsticio,
a las sombras de los robles sin hojas.
¡Quítenme las manos!
¡Clávenlas a clavo y carne en un madero!
¡No como Jesucristo! ¡No, por favor!
si la Redención no pretendo de algún modo,
por si alguna vez me traicionaran tan sólo,
y no escribieran más que dos y dos.
¡Adiós al alma dentro de un féretro de carne y hueso!
encerrada en el baúl de siete llaves,
en el exilio triste y vago de los siete mares,
apartado entre la nostalgia y la melancolía,
esclavo de la jornada y el beso.
Los ojos brujos pertenecen a los heraldos negros,
por si alguna vez tronaran sus trompetas al unísono
y cayeran pobremente en el vaticinio del Destino.
Pues mis ojos serán de los pájaros, mis manos, nada
y mi ser, vanas palabras que van a dar al mar... |
Texto agregado el 10-08-2005, y leído por 139
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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12-11-2005 |
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lindo muy lindo 5* boddishavtta |
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10-08-2005 |
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Hay poesías condenadas a ser eternas. Ésta es una de ellas. ***** Dehumanizer |
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