Dejo sobre esta mesa
mi juventud
mi pluma, con la que tantas
y tantas veces hice reir
hice llorar y muchas veces amar.

Dejo las cartas que alguna vez recibí,
aquellas cartas que despertaban mis pasiones,
que levantaban mi ánimo
haciéndome pensar que había alguien
que realmente me quería.

Aquí también sobre la mesa
dejo mi guitarra y mis recuerdos
de las noches de serenata,
principalmente mis días de nostalgia
aquellos días en que deslizaba mis dedos
por sus trastes, ponía mi mente y mi inspiración,
emocionadamente vibraba sus cuerdas de acero
y dejaba fluir la realidad de nuestro amor.

Dejo además las fotografías tuyas,
los poemas que escribí en tu piel,
los colores y tus pinturas
tus medias de seda y tus noches de frío
enterrados en un pequeño baúl antiguo
estarán guardadas como mi mas grande tesoro.

Es tiempo de madurar
tempo para reflexionar y entender
que ya la noche
no es lugar para un lobo hambriento,
que las estrellas no son más que
cuerpos celestes inalcanzables
que las flores no son más que flores
y que las rosas no lloran, ni aman, ni ríen
y no están pintadas con sangre,
que tu no eres una diosa ni un ángel
eres de carne y hueso como yo
con la única diferencia
que aún sabes amar,
que aún puedes creer en algo,
la inocencia que aún cubre tu cuerpo
es más poderosa que mi perversión.

Realmente necesito estar muerto un momento
dejar de escuchar el aire soplar
cerrar mis ojos y no ver nada
principalmente no pensar
y dejar de sentir que hay un mar en mi cabeza.

Dejo el gorro de verdugo detrás de la puerta
y el látigo de mártir que ya no me sirve,
dejo la más grande de mis esperanzas
y la noción del tiempo entre tus manos
mis ventanas cerradas
para que no entre la luz del sol,
haré que la noche dure 24 horas
para ser un predador furtivo del tiempo.

Dejo mi cuerpo acostado en la cama
la letra y música de mi ultima canción
este poema y mi vida.

No me despierten ahora.