Si Florella no hubiera existido, definitivamente algún escritor la hubiera creado...
Era una tarde mas en aquel pueblito, y como todos los días, Florella se ingeniaba para encontrar la forma de que doña Martha, su mama, le diera permiso de ir a casa de Eduardo José y Mari, los vecinitos con quienes creció y con quienes jugaba desde que su memoria la dejaba recordar.
“Dile a tu mama que llame a la mía y me pida prestada. Así mama no podrá decir que no.” Le decía Florella a Mari mientras hablaban por teléfono, y a los pocos minutos, la mama de Mari llamaba a doña Martha para invitar a Florella a pasar la tarde a su casa.
Los Vecinitos saltaban de alegría, emocionados al saber que Florella llegaba, pues sabían que estaban apunto de vivir una de aquellas tardes mágicas, en las cuales Florella los llevaba por mundos imaginarios de cuentos de hadas, con sus historias acerca de la tierra del mas allá, y sus amigos imaginarios con los que solo ella podía comunicarse y ver, y quienes la llevaban a ella volando al reino donde la magia fantásticamente existía!
Eduardo José y Mari se quedaban boquiabiertos escuchando aquellas historias que Florella relataba, se metían en el universo de los sueños cada tarde, y hasta la misma Florella terminaba por creer sus propias fantasías. Y de esa manera vivían experiencias maravillosas llenas de aventuras, y de las cuales disfrutaban tanto.
por toda la casa se escuchaban las risas de los niños quienes felices jugaban sin juguetes, simplemente usando la magia de la imaginación.
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