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En paralelo vuelan dos palomas, dos fogonazos blancos que parecen despertar al viandante que cruza la calle envuelto en sus pensamientos de gris oscuro. Se separan cerca de su cara y le hacen respingar del sobresalto.

Edad casi indefinida, marcas de abuso de las horas en párpados y mejillas, andar nervioso y aún ágil, aparentemente joven, sin afeitar ni se sabe, ropa cara desaliñada y perfume… perfume caro.

Embutido en un traje y camisa de buen paño, desabrochados, avanza a pasos largos por las calzadas y aceras mirando al infinito. El pelo cano corto y medio despeinado le da un aire de perfecto desocupado. Delgado pero bien alimentado.

Viendo sin mirar, acumula miradas por los laterales de las órbitas de los ojos, que van llenando la cesta de su vanidad de un líquido viscoso que se escurre entre sus mimbres.
Los pensamientos, pocos, que acuden a su mente, se van, al no encontrar cobijo caliente entre sus meninges. Los grandes cristales de los escaparates reflejan su figura que la comisura de sus párpados vislumbra como perfecta para anunciar buena ropa, perfumes de ensueño muy varoniles y para atraer mujeres que se deshielen a su contacto.

Sus brillantes y, a la vez, opacos zapatos de esa multinacional marca, carísimos, adornan sus pasos enérgicos destacándolos de los de la multitud que se afana por llegar pronto al autobús, al supermercado, a Correos o a cualquier sitio corriente de gente corriente.

Ya divisa su destino. Está allí luminoso y brillante como una gema y con gente de clase, como él. Se sienta en una de las mesas de la terraza. Pide un Bloody-Mary con poco hielo picado que el camarero, perfectamente uniformado, corre presuroso a solicitarlo. Lo que impide que vea a la gitana desaliñada y sucia de pies a cabeza, con un niño en brazos, que se acerque a cliente tan interesante.

- Mi arma, por la gloria de mi mare, que me caiga muerta si no é uhté Quevin Conne. Anda, dame argo pa mi niño que come poco y ma.

La silla de madera lacada y acero en que estaba sentado nuestro galán se convirtió en prisión, cuando, de súbito, el niño en brazos de la gitana, vomitó largamente sobre su cabeza y cuerpo.
Se quedó quieto, pétreo, manchado y desolado. Casi lloró.
La gitana salió corriendo.



Texto agregado el 09-08-2005, y leído por 426 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
10-08-2005 Buenísimo, me ha encantado leerlo. Mis estrellitas y un besito. Mai. maira
10-08-2005 las apariencias siempre tan vulnerables, buen cuento amigo anemona
10-08-2005 en paralelo como en la vida velan dos palomas Qué buen cuento amigo, el final espectacular y ahora que pague tintorería Estrellassssssssssss india
09-08-2005 Eso es el mundo real, una descripción fabulosa y un final de fábula, en todos los sentidos... barrasus
 
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