Hay los que les repugnan los circos, y ellos tienden ser los mas observadores, aquellos que perciben los más minimos detalles de las frías funciones, sin otro objetivo que apreciar unos cuantos espectadores riendose de unos payasos, cuyas vidas se resumen a la misma rutina dia tras dia, año tras año, hasta que lenta y dolorosamente son reemplazados por otro idiota.
Yo formaba parte de esa “élite” a la inmadura edad de siete años, aquella edad en que no solo la curiosidad es capaz de transportarnos a un entorno completamente onírico cuyo único halito de terrenalidad se asoma al momento de darle la mano a tu madre, sino cuando ves a un elefante aplastar a un imprudente payaso que no sabia que meterse debajo de su cuerpo no era agradable.
Pero habia un payaso particularmente estúpido el cual servia de telonero a las demas funciones. Trabajaba para un circo llamado “Circo Pepe”, que en la desesperacion (así creia a los siete) contrató a aquel tipo mal pintado de ojos caidos y pata de palo. Su personaje, se llamaba, originalmente, “Pepe”, lo cual me hizo pensar que el título de las atracciones se debian a su honor, pero me di cuenta que estaba equivocado en el momento que recibí la noticia de que los elefantes fueron bautizados como “Pepe” y las marabaristas, en su incomodidad, de la misma forma. Pero habia algo en Pepe que me atraía extrañamente: su relacion casi simbiótica con aquellas bolas las cuales arrojaba a una altura inconmensurable, o aquella risa que te perforaba el cerebro para nunca borrarse, fuese lo que fuese, me sentí atraído, y no solo fisicamente, por aquel infeliz.
Asi fue que comence a ir más a menudo al circo, al principio con mis padres, luego con mis amigos, y luego en mi soledad, solo para ver a Pepe, ver la gracilidad de sus extremidades, apreciar la veloz boca y aquellos profundos ojos, y ver como me respondía con la mirada, haciendose paso por mi corazón para asaltar mis más morbosas fantasías y sueños en las penumbras de la noche. No deje de ir por toda una semana, y ya por ese momento mi idilio con Pepe no tardaria en llegar, cuando me di cuenta que lo expulsaron del circo. Mi pena fue infinita, y si no hubiera habido otra escapatoria que la muerte, me hubiera rendido a ella instantaneamente, pero habia una fugaz luz en lo profundo de mi mente, y eso era el amor. Asi accedí a buscar a Pepe y devolverlo al circo, lugar donde me cautivó por primera vez.
No tardo en llegar el día que viera a Pepe sin maquillaje, de hecho, al mediodia del dia siguiente lo vi empacando sus cosas a la salida una pequeña tienda. Mi desilución fue grande al ver que Pepe era en realidad un travesti, (causa de su despido en una intolerante y conservadora sociedad) pero en aquel entonces mi amor tracendia edades, sexos, y cualquier tipo de parametro cultural, por lo que me presente ante él sin demora. Cuando sus ojos se posaron en mi, senti el peso de una triste, pero desafiante mirada que clamaba amparo, el amparo que solo puede presentar el amor.
-Pero -me dijo- Mi corazón nunca podra ser tu hogar, pequeña niña, ten en cuenta que me siento atraido por varones.
-No seas injusto!, -exclame con lagrimas en mis ojos- pues si no encuentras regazo en mi joven corazón, donde más lo encontraras? Si no te dispones a entrar a mi cama, quién mas te lo ofreceria?
-Posiblemente un chico de trece años que vive en Maldonado, -objeto- y sin mas, dio la vuelta, para mostrarme por ultima vez aquella espalda, y por vez primera lo impío y terrible que resulta el amor por ocaciones.
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