Oswald Cassidy subía con cierta parsimonia los escalones del hotel donde se hospedaba su jefe, El comandante Salvatore Mancusso, con sus dos hombres de confianza, él no sabe el porqué, pero cada vez que daba un paso presentía que su final estaba más y más cerca. Fue percibiendo que casi todos los huéspedes aún dormían a excepción del dueño, quien le gustaba expiar a través de las acribilladas puertas de cada habitación.
La habitación donde se refugiaba Mancusso estaba ubicada en el último piso del hotel, al fondo, en un punto estratégico para escapar por si acaso le caía la DEA.
Cuando terminó de subir pudo escuchar dentro de la habitación unos ruidos humillantes que prolongaron la espera, se detuvo frente a la puerta, los cuchicheos se escucharon más claros. Esperó una milésima de segundos y tocó de uno en uno los cuatro golpecitos pausados que eran la clave, la puerta se abrió lentamente – El Manco asomó medio rostro para comprobar si en realidad era Cassidy. Entró con la sonrisa dibujada en su rostro, Mancusso descansaba sobre un sillón y sus botas sobre el escritorio; a su derecha, Don Berna, con su toalla roja sobre sus hombros le secretea una y otra vez al oído del patrón tratando de indagar a Cassidy; a la izquierda se coloca el Manco, el pistolero eficaz y encargado de dar el tiro de gracia.
El Manco lo requisó con la mirada minuciosamente, le arrebató la bolsa con el dinero, la dejó sobre el escritorio. – Vamos Manco dale un whisky a Cassidy para que entre en calor ¡siéntate! – el Manco le pasó un vaso con Black Jack. Cassidy se tomó el trago de un solo sorbo, miro a Mancusso y giró su mirada hasta el cuadro del caballo que colgaba de la pared. ¡Arriba, Manco, otro trago para Cassidy…! ¿Quien lo creyera?, Oswald William Cassidy Collins, hace tres años un muerto de hambre en Medellín y hoy el soplón y hombre de confianza de mismísimo Jojoy, con dificultad se levantó, se acercó hasta Oswald, lo abrazó paternalmente.
-Oswald, no nos hagamos los huevones, llevo cinco años jodiendome en esto y no ha sido fácil – Don Berna y el Manco se colocaron uno a cada lado de Oswald -. Tú sabes que nada está oculto en la vida, lo se todo, me entero muy rápido de lo que se diga o haga en contra mía mucho antes de que sucedan – Mancusso se iba enfureciendo gradualmente-. Me contaron que tú maldito bastardo, has tenido contacto con el Mono Jojoy, me lo dijeron una ves y no lo quise creer, pero hoy me lo confirmaron, sí, señor, el Mono Jojoy, el apestoso ese me amenaza con el cartel y además quiere robarse mis rutas.
Oswald tragó en seco - ¡Pero, señor Mancusso! Usted no debe creer lo que dicen por ahí - ¿Qué me dices de esto, cabrón? – Mancusso le muestra una foto oscura donde se divisa su rostro junto al del Negro Acasio, emisario del Mono Jojoy. El Manco saca su pistola - ¡Eres un cerdo traidor!, ¡Pagarás muy caro tu traición!, ¡les contaste todos mis planes y eso no tiene perdón!
-¡No jefe, eso nunca!, ¡ese no soy yo!, ¡se lo juro!
Don Berna y el Manco tomaron a Oswald por cada brazo, este comenzó a gritar tan fuerte, que El Manco le metió un culatazo que le rompió la caja de los dientes… Don Berna le tapó la boca con la toalla que siempre llevaba en los hombros para ahogar los gemidos. Oswald forcejeaba pero eran tres contra uno…El manco con el cuchillo le iba desfigurando lentamente su cara inocente, uno de los golpes hizo saltar su ojo derecho y lo viscoso de la sangre cayo sobre el cuadro del caballo cubriéndolo todo.
El Manco alternaba los golpes con combinaciones de izquierda y derecha que la cabeza parecía una pera de box...La sangre salpicaba la camisa, el pantalón de Don Berna y las manos del Manco… Un puñetazo destrozo los últimos dientes que le quedaban, Mancusso ordenó parar, a medida que el Manco entraba en calor más aumentaba su excitación morbosa por la sangre que salpicaba las paredes de la habitación. Finalmente se detuvo, hacia rato que Oswald estaba muerto e irreconocible.
Mancusso sacó de su bolsillo la foto que algunos minutos antes había mostrado a Oswald, la beso, la metió en una abertura de la roja camisa del cadáver, procurando que no se saliera.
- Cuando oscurezca métanlo en una bolsa y déjenlo frente a la guarida de Jojoy con este mensaje – “De Mancusso para su fraterno Jojoy”.
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