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Inicio / Cuenteros Locales / ubik149 / Para pasar la tarde.

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-¿Puedes creerme, amigo mio?... he muerto hace tanto tiempo. No queda sino la ilusión de tí mismo que proyectas sobre mi.
-Cuidado. Escucha Cecilia... creo que he oido algo.
-Es verdad, aunque no puedas entenderlo. No confíes en lo que crees ver Miguelito, pues en verdad te digo que nada en este mundo, persona, animal o cosa puede llegar a revelarse con verdadera honestidad. Si puedes creerme, en verdad sufro por la inconsistencia de este mundo...no sufres tú también, acaso...?
-No lo sé. Aún no encuentro a mis sadotropos...
-¡Sadotropos!...Hemos buscado tus sadotropos por más de cuatro horas. Empiezo a creer en su inexistencia... No, tú no serías capaz de criar sadotropos, no con ese carácter. Me mientes, ¿verdad miguelito? Esta búsqueda ha sido tan sólo una excusa para no oirme, para no oir la verdad sobre mi. Pero la verdad está aquí, ante tus ojos, aunque tu sadotropoideo cerebro se niegue a comprenderlo.
-¡Mira! Allí hay uno. ¡Trae la jaula, rápido!
Y pasaron la tarde atrapando sadotropos. Esos animalitos que se deslizan silenciosamente sobre el cemento y sobre el parquet, y se esconden dentro de los televisores y hornos microondas, mientras sus ojos inmóviles tipo gran-angular auscultan la totalidad del espacio. No parecen ser muy inteligentes, pero son difíciles de atrapar.
-Ya hemos atrapado siete. ¿Son terribles, verdad?. Estoy cansadísima. ¿Aún faltan muchos?
-Tenía diez. Aún faltan tres.
Revolvieron la casa revuelta, desarmaron televisores y hornos microondas y otros aparatos aún más aparatosos, en busca de los sadotropos faltantes. Un esfuerzo penoso y agotador, aunque Miguel pueda decir a veces que es una tarea estimulante.
-Bien, allí están tus diez. Ahora, ponle la tapa a la jaula.
-No, no pondré la tapa.
-¿Por qué? ¿Quieres que se vuelvan a escapar?
-No. No quiero que se escapen...
-Entonces, ¿por qué no tapas la jaula...?
-Ellos tienen la libertad de quedarse allí o escapar. Yo siempre estaré allí cada vez que ellos decidan escaparse... algún día se rendirán y comprenderán que la jaula es su hogar, por que ellos lo han decicico así. Entonces, estarán seguros y ya no tendré que procuparme por ellos.
Una expresión, mezcla de ternura y profunda desolación se apoderó del rostro de Cecilia.
-Qué tonto eres. No quieres ver la realidad, no quieres entender nada. Tus animales son sólo una excusa para no darte cuenta que yo estoy aquí, contigo. Sabes que te quiero, te lo he dicho mil veces, pero a tí no te importa. Nunca me escuchas.
-Siempre te escucho; te he escuchado las mil veces completas.
-¿Y tú también me quieres, no es cierto?
-Si, es cierto, y lo sabes. Yo también te quiero, yo también te lo he dicho mil veces.
Ambos se miraron por más de un instante.
-Sí Miguelito, sé que me quieres, pero es por que eres muy tonto. Algún día, cuando personas como tú puedan ver más allá de sus sadotropos, cuando tengan el valor de ver directamente la realidad, se sorprenderán de vernos a nosotros: seres inconsecuentes, carentes de valor. Y lo único que recibiremos de ustedes será una despreciativa patada en el culo.
-No Cecilia. Cuando llegue ese momento, prometo no darte ninguna patada despreciativa en ninguna parte.

Texto agregado el 23-09-2003, y leído por 294 visitantes. (1 voto)


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