-"Ya no quiero estar más contigo"
No sé como lo dije. Sólo recuerdo su cara tratando de ocultármelo todo. Debí haberlo sospechado antes: Es un hombre. Y los hombres tienden a dejárselo todo a una, como si las mujeres fuésemos las únicas personajes de la historia. Me miró con la sonrisa más normal que tenia y dijo algo así como:
-"Caminemos?"
Fingí estar más nerviosa de lo que estaba, aunque creo que no fingía realmente. Sí, su cara me puso nerviosa, o quizá fue su modo de enfrentarme a mí en aquel momento.
Caminamos en silencio. Fue divertido oír la ciudad a su lado. Pero yo estaba picada, sí señor. Por qué no decía nada? Por qué me miraba tan normal, como si le hubiese hablado de tomar un chocolate caliente en la próxima esquina o entrar a la primera librería que viésemos? Nada. Autos rápidos alrededor. Personas cansadas, de vuelta a casa. Luces pasando. Luces quietas en lugares llamativos. Luces de todos colores y formas, por todas partes y allá arriba, las estrellas. Fue curioso. Sólo quería que me dijera algo al respecto.
-"Me siento mal ahora". - Le dije torpemente. Que de qué podía sentirme mal, agregó él con esa sorprendente calma, y me sentí estúpida. Pero más estúpida me hubiera sentido si le mencionara que no era eso precisamente lo que había querido decir, sino que simplemente me daba pena dejarlo y así herir su orgullo de hombre.
Doblamos la primera esquina y se detuvo. Aquí me aterroricé. Algunos hombres no reaccionan con palabras, reaccionan con hechos. Y esos son los más peligrosos. Tal vez me daría una bofetada y me diría el insulto más feo que se le ocurriera y se marcharía. Tal vez me empujaría hacia los carros furioso por su orgullo pisoteado. O quizá sacaría un cuchillo y me mataría en el acto. Por qué se había detenido ahí? Justo en esa esquina, donde las luces no iluminaban a nadie allí? Me alejé un poco. El caminó hacia mí. Algo fue a sacar de su chaqueta. Yo temblé de miedo. Su cuchillo!, su pistola! qué será... seguía tan calmado, que seguramente algo horrible iba a hacer. Intenté sonreír y demostrarle que no me asustaba. Intenté seducirle otra vez como la primera vez con mis gestos más sensuales, mas rapidamente recordé que las luces no me favorecían ahí. Esperé. Al final, si mi destino era morir... que fuese por culpa de un hombre. Tantas culpas ya tienen, que una más... no les va a preocupar mucho.
Su mano salió de la chaqueta con un papel doblado. Me sentí doblemente estúpida de pensar cosas tan horribles en aquellos segundos, y me reí aliviada. Era una carta. La había escrito antes de venir a nuestro último encuentro.
Me la entregó y se marchó. Nunca más lo volví a ver. La carta sólo decía:
-"Ya no quiero estar más contigo"
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