Entre el artista y el loco se encuentra la sociedad que se enamora del loco y lo convierte en su artista.

El loco, por su parte, aprovecha la locura del enamoramiento hacia él como inspiración y utiliza a la sociedad como plástica a la cual convierte en su obra.

Desdén, desprecio, y un cierto enmaravillamiento hacen de su obra un valor único que lo cotiza en la misma medida de su distanciamiento.

El artista salvado es el loco, el loco que se pasea creando su plástica... el loco, el loco desconocido: el personaje.

El loco reconocido, por su parte, se convierte en artista. Aprisionado por los compromisos y enloquecido por la bulla ordinaria que se teje a su entorno, trabaja como un esclavo para comprarse una cárcel en la cual aislarse para conservar su cordura. Su única salvación consiste en perder, perder para siempre: perder todo el tiempo.