Tu cabello y el míose han enredaocomo las zarzamoraspor los vallaos
Asciendes por mis dedos, como un juego intenso; deseoso; que estalla en el continente de mis venas; entrelazando los hilos de mi piel, con la corteza de tus manos; ansioso de mí; de los senderos que tallan la marea de mis pechos, para elevarte en el infinito de sus caras. Y tu pelo se aparea en un romance con el aire; gimiendo en torno al viento, que traspasa los vallados. Me pierdo dentro de la hierba, como una zarzamora que asume tu risa; latiendo inquieta en tu cabello, que se agita con mi falda. Estoy presa de tus manos, que nadan mis confines; esbelta por tu espalda, paralela y absoluta; tras la vigilia de los sauces que atan mis entrañas. Me llevas, como un junco que arremete mi semblante, desde la tierra hasta el espasmo; esperando fluir, bajo la orilla de mis labios. Mientras, las ramas entretejen el pecado, coronando nuestros cuerpos, que se mezclan con la tarde; te amo; vibro al límite de tu cordura, que desfallece en mi respiración. Y así te entregas, como un brote de savia que alivia su pesar; desatando al tiempo que ronda mi alma; en un todo de vísceras; moras, y vallas.
Ana Cecilia.
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