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Cuando te conoci, estabas bajo la lluvia.
Parecía como si dios estuviese regando a la flor más bella,
Y que florecías al gozar gota a gota sobre ti.

Cuando te conocí, estabas ahí, bajo la lluvia,
Hermoso y radiante,..

...Eras un angel...

¡Cómo no haber querido profanarlo y besarle hasta la última de las plumas de sus alas!
¡Cómo no haber deseado lanzarme a tus pies para espectarme de tu belleza, de tu rostro fino y agraciado!
Cuando me acerqué, me miraste asustado e inocente.
Tu afilada naríz y tus ojos negros sedujeron a mi cuerpo.
Y tu voz trepidante con tus manos de mujer sólo querían que me alejara.

Te dije "no temas"
Y desde aquella frase una sonrisa nació de tus labios rojizos.
Luego, yo también sonreí.
Y nos miramos muchos segundos;
Tú, examinando la profundidad de mis ojos
Yo, apreciando cómo la lluvia ramojaba aquellos rojizos labios.
Luego me acerqué y quise reemplazar a la lluvia.

Tu temblaste,
Con fuerza me empujaste hasta hacerme caer.
Con aquellos ojos brillantes me dijiste "perdón, no puedes hacer eso..."
Mi ropa aún más mojada, humillada,
Me diste rabia
Me levanté para golpearte y marcharme.

Ya en mi casa,
Pensé en aquel ángel,
Tan puro,
Tan arriba,
Tan lejano...
No pude dormir
Hasta que de madrugada
Salí de mi departamento a buscarte.

La calle estaba vacía
Y la lluvia caía aún mas fuerte,
Le pregunté si acaso no ha visto una flor plantada en la plaza
Y me dijo que aquella flor se había marchado
Hacia lugares más oscuros que la misma noche.
Allí, entre edificios antiguos y aullidos perrunos.

Tuve que atravesar miles de brutalidades con el fin encontrarte,
Derrepente una luz brillaba sin cesar a mis espaldas.
Cuando me di la vuelta mis ojos brillaron asi como cuando te ví por vez primera.
Eras un ángel, reitero, tenías frío y estabas mojado.

No pude creer que entre tanta tosquedad iba a ver tal fineza, tal beldad.
Tú me miraste y recobraste aquel temor que sentiste de mi,
Pero no lograste escapar.
Y derramé porfin mi cuerpo sobre tí,
Gritabas insistente.

Nunca nadie vino a socorrerte,
Porque sé que nunca nadie había descubierto como yo,
Tal joya en esta apestosa ciudad.
Nadie como yo
Te había apreciado de verdad,
Te había amado así.

Con el filo de mi arma te amenacé para que cesaras de gritar
Pero no lo hiciste.
En tanto éste cumplió con su promesa...

Ahora duermes en medio de la calle.
Nadie vino a socorrerte,
Nadie rezará por tí.
La lluvia ha cesado,
Tu luz se ha apagado,
Las alas se han cerrado.

Mi flor marchita,
Pobre ángel profanado.

Texto agregado el 22-09-2003, y leído por 200 visitantes. (0 votos)


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