A DIEZ MIL PIES, descalzos, sorprendido aún de esa lágrima antigua y tersa tocando mi hombro antes de dar un paso ciego al abismo indivisible de tu desprecio por horas. Recoger los encargos de escarbar el cielo o de bajar a buscar una estrella, antes deja tus ojos fríos en la vereda, porque la vida es llanto y risa a mil por hora. No dejes escapar al tiempo, no tiene porqué irse así de fácil, hazlo sudar, tropezar, caer, cada segundo puede ser un orgasmo… Mendigarle a la vida por mendrugos detrás de cada portazo, ahora lo quiero todo, a pesar de las piedras que he tirado en el charco y ahora regresan como olas de tormenta para golpear mis espaldas; la muerte deja de ser una extraña cuando la llevas de la mano. NO, nada masticado, no importa si me meto en ese helado mar de gente sin traje de buceo, respirar falacias, almorzar concreto y deshilvanar las agonías. Júzgame como quieras, pero te advierto, a diez mil pies descalzos, conmigo se equivocaron los refranes.