¿Qué aporte representa el caribe en la literatura contemporánea centroamericana?
• Introducción:
Desde los principios de Centroamérica en las épocas de descubrimiento español, la costa del caribe ha sido un portal de entrada para los europeos (primeros conquistadores, viajeros, aventureros, comerciantes, piratas, soldados, buscadores de oro, científicos, etc.). No obstante ha sido marginada en sus representaciones artístico/literarias. Esto ha sido una fiel demostración de la ubicación de los conquistadores y colonos españoles y de la sociedad mestiza/ladina/letrada, en la región del pacífico, más que nada en las ciudades.
Esta “marginación” ha repercutido en muchos trabajos, particularmente en aquellos que apuntaron hacia historias literarias nacionales de los países del istmo. Las expresiones artísticas/literarias prehispánicas se han subordinado a una “cultura primitiva”* y se ha colocado el comienzo de una “literatura culta”** y de una expansión y florecimiento literarios con la imposición de la lengua del conquistador.
Jorge Eduardo Arellano dice que “la escritura de los indios, o más bien la pictografía de sus códices, no era fonética.” sino que apareció con el español que sustituyó a las lenguas aborígenes durante la colonia, quedando al margen del proceso las tribus Sumo-mísquitas y otras del litoral atlántico que conservaron sus dialectos primitivos.
Entonces, las expresiones artísticas/literarias de las regiones caribeñas pertenecientes a la “cultura primitiva”, no fueron ubicadas en la “literatura culta”.
*Arellano, Jorge Eduardo, 1997: Literatura nicaragüense, Managua: Ediciones Distribuidora Cultural.
**Ibid.
• Desarrollo:
En la producción literaria centroamericana, el Caribe no ha tenido mucha atención. Por otra parte el legado mítico-mágico de los mundos prehispánicos de las culturas mayas fue recuperado y transformado, particularmente en la narrativa de Miguel Ángel Asturias, cosa que no ha pasado con las articulaciones simbólico-artísticas del caribe ni en el caso de Guatemala. En lo poco que aparecieron las representaciones literarias caribeñas en Centroamérica fue, hasta en los años noventa, con una mirada del exterior, del punto de vista de los conquistadores y los criollos/letrados en las ciudades del pacífico, excepto algunas pequeñas excepciones como el costarricense Quince Duncan, quién en sus cuentos “Hermano araña” (1975) y en la novela “La paz del pueblo” (1978), presenta una vista del interior relacionada con la representación del Caribe y la incorporación de las tradiciones orales de origen africano.
Esta “mirada del exterior” se manifiesta en la novelística contemporánea de Nicaragua. En su novela “Waslala. Memorial del futuro” (1996), Gioconda Belli crea una trama que se desenvuelve a través de un viaje de los primeros viajeros, de la costa del Caribe a la región del pacífico, con unas “excursiones” al interior del país. Lo mismo sucede en la novela “Siete relatos sobre el amor y la guerra” (1986) de Rosario Aguilar (habla de una pareja: una mujer de la región del pacífico y un hombre caribeño, pero la historia es contada bajo la percepción de la mujer) y “El reino Mostito (La novela de la costa atlántica)” (1991) Bayardo Tijerino Molina (Narra una historia basada en los intentos del gobierno sandinista en los años ochenta por integrar la regón del caribe a la nación revolucionaria, pero su perspectiva es la de Félix Flores, un funcionario del pacífico).
Pero en el transcurso de los noventa se publicaron varios textos de diferentes autores de distintos países centroamericanos que muestran un cambio de perspectiva en relación con la representación literaria caribeña, de una vista exterior a una interior. Algunos de estos textos son las novelas “Calypso” (1996), de la costarricense Tatiana Lobo; y “Columpio al aire” (1999), del nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro; así como los cuentos “La anunciación del Cristo Negro” (1991), del panameño Rafael Ruiloba; y “Guerras y rumores de guerra” (2000); del beliceño David Nicolás Ruiz Puga.
Sin embargo una de las mayores problemáticas es la escasa publicación de textos literarios y la casi inexistente circulación de las obras a través de Centroamérica bajo la justificación de que no es una inversión viable (transporte, aduana e impuestos de introducción), mas la gran mayoría de editoriales en Centroamérica pretenden recuperar su inversión económica y le dan más importancia de mercadeo al texto escolar que a la literatura causando que el lector sólo pueda conocer lo que hacen los escritores de los países vecinos a través de contactos con amigos y familiares que puedan enviarles textos o viajando por la región, los que tengan los recursos. Pero el lector común no profundiza en esta problemática y le hace pensar que no existen buenos escritores en la región lo que no se acerca a la realidad pues, desde la década de los noventa hasta ahora se han visto a numerosos autores en la región, muchos de los cuales han logrado colarse en los catálogos de algunas editoriales extranjeras.
Volviendo al tema de las últimas novelas contemporáneas en las que se presentaba un cambio de perspectiva voy a centrarme en dos específicamente: “Calypso” y “Columpio al aire”.
Hasta hoy ha prevalecido una imagen dominada por la falta de exotismo caribeño a causa de la percepción externa de la cultura y literatura costarricense, sin embargo es verdad que en su historia casi no existen los factores históricos típicos de los demás estados del istmo como guerras, guerras civiles, golpes militares y sus revoluciones, luchas armadas e insurrecciones.
En la novela “Calypso”, Tatiana Lobo intenta compensar este defecto al integrar en su narración ingredientes exóticos de procedencia tropical. El texto narra la historia de “Parima Bay”, una bahía olvidada en la costa del caribe que lleva el nombre del primer hombre blanco que viene del interior del país (Lorenzo Parima), quién intenta modernizar la bahía instalando y promoviendo actualizaciones tecnológicas como el primer teléfono, electricidad, botes con motor, el primer comisariato; logrando una mayor atracción turística pero perdía su “gracia” como lo sentencia la autora “Parima Bay perdía en encanto lo que ganaba en progreso”*. Pero Lorenzo cae en la magia caribeña enamorándose de Amanda, la novia de un amigo, con la cuál se obsesiona al punto de matar a su amigo y seguir su generación enamorándose de su hija (Eudora), con la que logra casarse pero nunca lo toma en serio, Y luego de la hija de ésta, Matilde; pero en realidad no logra poseer a ninguna de las tres.
Esta obra resultó criticada por su parecido evidente a los arquetipos de la literatura Latinoamericana contemporánea y a la obra “cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, en donde también se narra una historia extensa de la fundación y la destrucción del pueblo de “Macondo”.
En la novela “Columpio al aire”, Chávez Alfaro establece definitivamente en el centro de la literatura nicaragüense contemporánea, el espacio indígena del caribe. No sólo es el primero en que la costa del caribe nicaragüense es el tema diegético principal sino en que la contradicción entre el pacífico y el caribe se vuelve constitutiva para el espacio literario de una forma mas trascendente. Este texto narra algunos sucesos de la historia de la costa del caribe nicaragüense y sus relaciones con el estado nacional contado en unos meses del año 1896 en la que el autor usa numerosos “flash-backs” para mostrar dos tramas entrelazadas.
Para dar más ejemplos sobre la literatura contemporánea del caribe voy a referirme al cuento “guerras y rumores de guerra” (2000) de David Nicolás Ruiz Puga (antes mencionado), un autor de Belice.
Al igual que en su novela “Got seif de Cuin” (1995), Ruiz Puga recurre a la historia de este país que logró su independencia recién en 1981 como estado nacional soberano del imperio Británico, y es destacado de los demás países del istmo por su desarrollo histórico pero más principalmente por su exclusiva ubicación geográfica y cultural en el entorno caribeño.
En este cuento se relatan acontecimientos ocurridos en el pueblo de San José situado en el territorio limítrofe con Fallabón (Guatemala), dos pueblos separados por el Río Viejo. Se narra la historia doce años antes de la independencia con un enfoque de vista posterior a ella.
La historia consta de continuos conflictos armados causados por las reivindicaciones territoriales de Guatemala para recuperar el territorio bajo
*Calypso, Tatiana Lobo, pág. 217, 1996.
control inglés que se basan en el uti possideti iuris con que en el momento de la
independencia de Centroamérica de España se definieron los límites territoriales
de los estados nacionales en la región. Sin embargo, tienen su origen en los intereses geo-estratégicos de los españoles e ingleses y los conflictos de ahí resultantes, como lo explica el abuelo del narrador al inicio del cuento. Según él, «ni a los españoles ni a los ingleses les importaba un comino esta gente comelona de tortilla» (95), y la región había caído por fortuna en manos de los británicos.
Ante la amenaza permanente de los guatemaltecos con sus “kaibiles”, las tropas especiales anti-terroristas, el ejército de Su Majestad se convierte en un amparo de los habitantes de San José, que incluso se sienten protegidos por “los chinos” que llegan al pueblo en uniformes ingleses y que en realidad son soldados de Nepal al servicio de la armada británica, reconocidos por sus altas capacidades en la lucha en la selva. Estas expectativas culminan aparentemente con la visita anunciada del Duque Felipe Mountbatten de Edimburgo al pueblo vecino de San José Succotz, un Miércoles de Ceniza. Por supuesto, todo el pueblo se prepara para recibir al aristócrata y se reúne a las orillas del río. Sin embargo, “el Duque llegó y se fue. La visita no era al pueblo de San José como se había anunciado.” En el último momento el representante de la Corona Británica había cambiado su itinerario por razones de seguridad dejando al pueblo, «un poco cabizbajo»*, inadvertido –como para reconfirmar los juicios sobre el desinterés de las fuerzas extranjeras en la gente de carne y hueso in situ pronunciados por la voz del abuelo al inicio del cuento.
También la invasión tan temida se convierte casi en un fantasma. Por cierto, los habitantes ante los rumores de guerra, reiteradamente se preparan para escapar de las tropas invasoras y esconderse en la zona norte del país: “Un ambiente de inseguridad reinaba en todos los hogares donde estaban pequeños y grandes atareados, empacando sus pertenencias en valijas empolvadas y cajas de leche condensada. Mientras algunos abrían de par en par las puertas de sus gallineros para darle libertad incondicional al gallo y las gallinas, otros salían a rematar los cochinos a cinco centavos la libra. Se vendían los terrenos a precios de ganga sin importar ya las herencias y reliquias de los antepasados.” Sin embargo, «los invasores nunca llegaron» (105), la guerra no estalló. La invasión resulta «ser fabricación de algún haragán quien solamente deseaba comerse los pollos» (ibid.). No obstante –interviene la voz del narrador desde una perspectiva doce años más tarde, es decir, después de la proclamación de la independencia–, por un testimonio de un ex-oficial de las tropas guatemaltecas se supo que los preparativos para la invasión fueron reales, sólo se esparaba la orden del General de la República en aquel tiempo para comenzar las acciones militares, lo que nunca se dio.
El pueblo de San José sigue viviendo esta situación entre rumores y certidumbres, entre realidad e irrealidad también después de haber logrado la independencia del Imperio Británico (así termina la narración). Esta mezcla se convierte en una alegoría de la situación de un pueblo que existe entre la historia y la ficción y es objeto de litigios y lealtades múltiples y frágiles, siempre buscando conservar una identidad precaria entre estas influencias y presiones diversas para lo que constantemente recurre al camuflaje, al disimulo y una *(Ibid).
capacidad inmensa de adaptación. Al mismo tiempo, esta situación es el suelo nutritivo ideal de prejuicios mutuos entre los guatemaltecos y beliceños –a pesar de que por lo menos parcialmente tienen una historia común, están unidos por lazos familiares y también por recibir clases en la misma escuela al lado beliceño del Río Viejo:
“La escuela Católica Romana de San José contaba con varios alumnos de Fallabón, quienes cruzaban la frontera diariamente con el propósito de recibir una educación en inglés. Cada día, al tocar la campana del recreo, íbamos a comprar los dulces de melcocha y nos sentábamos bajo el árbol de bucut para hablar de los rumores de guerra. [...] Mientras los del pueblo hablábamos de irnos al norte hacia la frontera de Yucatán, los de Fallabón hacían mención de unas cuevas más allá de las montañas donde había suficiente agua y espacio. La discusión terminaba cuando sonaba la campana y todos acordábamos en irnos a las cuenvas en caso de guerra.”
Gran parte del cuento es narrado desde la perspectiva de estos estudiantes jóvenes de San José. Este recurso narrativo le permite al autor diseñar una imagen del Caribe poco exótica, idílica o «mágico-realista», vista por dentro, una imagen de sus dificultades por encontrar y conservar una identidad propia en los conflictos entre las potencias España e Inglaterra, ante las reivindicaciones territoriales de sus hermanas y hermanos centroamericanos al otro lado del río y de la frontera, pero también ante la mezcla con «chinos», gurkhas, asiáticos etc..
• Conclusión:
Las representaciones caribeñas están ocupando un lugar más amplio y trascendente en la narrativa Centroamericana contemporánea, no sólo en cantidad, sino también, en calidad. Generalmente son textos en los que predominan una perspectiva interior y la superación de una imagen homogénea del caribe vista desde afuera por lo que se puede hablar mejor de representaciones de los caribes. Está claro que las posiciones tradicionales para definir el carácter de las literaturas centroamericanas, o sea, su pertenencia cultural, definitivamente están destruidas y en des-uso. En su estudio “La historiografía literaria en América Central” (1957-1987) publicado en 1995, Magda Zavala y Seidy Araya criticaron de manera la primera edición del “Panorama de la literatura nicaragüense” publicado en 1966 por el crítico Jorge Eduardo Arellano, porque sostuvo que Nicaragua pertenecía a “la cultura grecorromana y católica” (1995) y atribuía una condición mediterránea, clave de nuestra geografía e historia a las letras nicaragüenses.
Sin embargo, me parece algo exagerada la posición alternativa a que han llegado Magda Zavala y Seidy Araya en su estudio citado:
“La naturaleza de los procesos de conquista y colonia, así como la historia reciente de invasiones y estrategias de control neocoloniales (con sus consecuencias sociales y antropológicas, económicas y culturales) reúne esta zona ístmica con el Caribe y le imprime un carácter de caribeñidad a su vida social y a su universo imaginario, sobre todo en la costa atlántica.”*
Los vínculos con las literaturas del Caribe se expresan en la existencia de una literatura oral tradicional, que llega a dar sustento a algunas creaciones literarias ilustradas, por un lado, y en la presencia de los procesos culturales del Caribe en los temas de las distintas literaturas nacionales, por el otro. Sin embargo, no hay que hacer nuevas exclusiones. ¿Que sería, por ejemplo, la literatura salvadoreña para un concepto como este? Las narrativas centroamericanas siguen siendo creaciones de influencias diferentes, mezclas entre el Pacífico, el centro (el altiplano, la montaña, el valle central) y el Caribe en todas sus ramas.
Una de las tareas que resulten de ahí será profundizar los estudios de las literaturas centroamericanas escritas en español que se ocupan del Caribe (desde una perspectiva interior). El número de obras de este tipo publicadas en los últimos años ha aumentado de gran manera y supera los pocos ejemplos analizados en esta conferencia. Unas de las autoras que más destacan en este contexto son la costarricense Anacristina Rossi con sus dos novelas “La Loca de Gandoca” (1992) y Limón Blues (2002) y la mexicana-costarricense Yazmín Ross con su novela La flota negra (1999) que se dedican por completo a la respresentación narrativa del Caribe costarricense en diferentes épocas.
Otra tarea importante y pendiente hace mucho tiempo, es la de dedicar investigaciones al estudio de las articulaciones literarias centroamericanas en otros idiomas (inglés, creole, lenguas indígenas). Así la puerta de entrada a Centroamérica, que por mucho tiempo se había transformado en la puerta trasera del istmo, se podrá convertir en un portal de las literaturas en Centroamérica.
*(Ibid)
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