Cuando en mis ojos,
la herejía se hizo presente.
Toda mi fe, desendió a mis puños.
Me di cuenta entonces,
que caminaba en el limbo.
Através de las sombras,
de millones de muertos.
No entendía que ocurría,
como había llegado a ese lugar.
De pronto, lo supe,
ya que con ella me tope.
Estaba muy cerca de mí,
y por lo bajo susurraba,
dulces palabras,
que revotaban en mi mente,
cuales gritos ensordesedores.
Era nada mas y nada menos,
que una mujerzuela,
vistiendo sus mejores cueros.
Su sobretodo negro, la cubría de pies a cabeza,
pero no por eso, restábanle belleza.
En sus manos huesudas,
presentaba un blanco color.
Y llevaba consigo,
guantes de una finesa indescriptible.
Pude notar, que en sus dedos,
no había uñas.
Al ver su rostro, algo me sorprendió.
En el lugar de ojos,
sólo orbitas negras se encontraban.
Esta oscura pesadilla,
cada vez mas me atormentaba.
Aquella voluptuosa y refinada dama,
me mostró mi cruda verdad.
Y me dijo palabras,
que mis oídos no querían escuchar.
Ella dijo: Bienvienido, Soy la Muerte |