- Un amor verdadero.
(Este pertenece a los primeros, pero se habìa quedado olvidado.)

Ella siempre me gustó. Yo era amigo de la casa y en algunas ocasiones llegaba de visita y ella me atendía, me ofrecía un café que yo le aceptaba, hablábamos de cosas intrascendentes y luego me retiraba y pasaban semanas antes de volver a visitarla. Nunca le demostré mi interés, aunque la halagaba y como a cualquier mujer, eso le gustaba. Le decía cosas simples que no causara sospecha, le decía “Esa ropa te queda bien” o “Ese peinado te hace ver más joven”, nunca con ella me sobrepasé y fue mi amiga por mucho tiempo, aunque intercalado con intensos olvidos, pero siempre que volvía, la amistad renacía. En una ocasión, eso hace más de quince años, la llamé por teléfono y le dije que iría a visitarla. Me invitó a almorzar y yo llevé una botella de Dubonnet. Ese día la encontré cambiada, no era bella pero estaba maquillada, había cambiado su forma de vestir, se notaba alegre y se veía más mujer. La saludé de beso como siempre lo hacia y al decirle que hermosa se veía, me contestó sonriente - Hoy volví a recordar que tengo que vivir, Se me había olvidado que el amor existe-
Yo estaba perplejo nunca la había visto así. Se notaba alegre, era otra persona y empecé el cortejo, diciéndole -Espero que tu belleza, no haya desmejorado tu sazón-
- Despreocúpate y destapa el vino, que hoy he preparado una verdadera sorpresa-
El almuerzo realmente estuvo exquisito, sabía cocinar y eso siempre para mí ha sido vital,
Escuchamos música, bebimos el vino y yo accidentalmente regué mi copa sobre su ropa. Ella se levantó e inmediatamente fue a su alcoba. Todo estaba en silencio y de pronto escuché el agua de la ducha correr.
-Ya salgo, dijo desde allí, me estoy duchando pues el vino humedeció tomo mi cuerpo-
Sus palabras causaron en mi un efecto inmediato. Yo estaba excitado, y me sentía extraño pues nunca antes con ella había pasado, me acerqué hasta la puerta un poco más, me sentía tentado a entrar, sentía la saliva en mi boca y comprobé que la puerta no tenía la cerradura puesta. El agua seguía corriendo y de pronto yo estaba allí, abriendo la cortina del baño, parado frente a ella mirando como escurría el agua por su desnudo cuerpo. En forma instintiva se cubrió sus pechos y yo di un paso más y quedé bajo la regadera junto a ella, yo estaba vestido y hasta zapatos tenía, pero no me importaba, la estaba abrazando y sus labios besando. Cerré como pude la llave del agua, y la alcé en mis brazos y la llevé al lecho que ella tenía preparado, No hubo palabras, perdimos el control y no nos dimos cuenta de lo que sucedía hasta después que todo había terminado.
.- Por qué lo hiciste? Me preguntò un poco apenada.
.- Fue muy hermoso, contesté en desagravio. Creo que ambos lo deseábamos.
- Tú alguna vez lo habías pensado? Me preguntò.
- La verdad siempre me gustaste, pero nunca tuve el valor de decirlo, me faltó coraje.
Vi, que respiró un poco aliviada. – No creas que lo preparé, todo sucedió de manera imprevista-
-No es el instante de buscar excusas, lo hicimos y me arrepiento que no hubiera llegado antes este hermoso momento.
Empecé a usar con ella todos mis halagos, no lo hacia porque se sintiera bien, realmente yo sentía que nacía en ese momento ternura, cariño y afecto.
Me confesó sonriente que siempre quiso que en ella me fijara y se sintió satisfecha al saber que no me era indiferente.
Lo nuestro no duró mucho, no fue falta de afecto de ninguno de los dos. El destino quiso que ella pusiera medio Continente de por medio entre nosotros y para mi fue una gran pérdida cuando se marchó. Hoy al escribir estas líneas, la recuerdo con afecto y deseo lo mejor para ella y si pudiera escucharme le repetiría que fue hermoso lo que nos sucedió en ese momento.