Estamos acostumbrados a hablar de nuestras emociones, de lo que sentimos en diferentes situaciones, de lo felices, enojados o asustaos que estamos, pero pocas veces nos detenemos a pensar, de donde se originan estos y por qué nos sentimos así. Los sentimientos y emociones que experimentamos, son al forma en como reacciona nuestra parte psicológica a los estímulos externos que nos afectan a cada momento, los cuales pueden ser objetos, situaciones o personas. Esta parte psicológica se ve reflejada en nuestra parte física, que demuestra, muchas veces, que es lo que nos ocurre interiormente y que es lo que estamos sintiendo. Así, por ejemplo cuando estamos alegre, nuestra cara se torna más lúcida y con una gran sonrisa, o cuando estamos enojados, respondemos de manera agresiva, o simplemente tratamos de ignorar lo que nos produce esta sensación de odio. Por supuesto estas reacciones son muy generalizadas, puesto que cada persona puede reaccionar en forma diferente a una misma emoción o sentimiento.
Personalmente, me gustaría escribir sobre el miedo, porque creo que es un sentimiento que va mucho más allá de ser valiente o cobarde, que puede ayudarnos tanto, así como perjudicarnos y que es algo que siempre está con nosotros, aunque no lo podamos percibir claramente, porque nunca conocemos las cosas realmente, totalmente, nunca estamos 100% seguros, ¿o podremos llegar a estarlo? Quizás cuando termine de escribir este ensayo y lea lo que mi mano transformó de ideas y pensamientos a palabras, me dé cuenta de que no es así, de que el miedo viene y se va, tal vez me quede con una idea más o menos similar, o quien sabe si obtengo una conclusión totalmente diferente.
El miedo es un sentimiento, que nos provoca desconfianza sobre algo, alguien o alguna situación. Está estrechamente ligado a la inseguridad. Las personas con mayor inseguridad en sí mismas son vencidas mucho más fácilmente por el miedo. Generalmente nos ponemos nerviosos, intranquilos, nos alteramos y creamos un rechazo, tratando de evitar la situación o lo que sea que nos produzca esta sensación extraña de que algo no está bien, o simplemente no “encaja”. Esta emoción tiene, por lo tanto, el fin de advertirnos sobre algo, de mostrarnos el peligro. El miedo es la manera que tiene el ser humano, así como ser vivo, de vivir el peligro. Pienso que viene de nuestro instinto de supervivencia, y por lo tanto esta siempre presente, porque siempre tratamos de sobrevivir , consciente o inconscientemente.
Como el miedo nos pone alerta, nos lleva a movilizar nuestras fuerzas en dos sentidos posibles: el enfrentamiento y la huida. Enfrentamos aquellos peligros que creemos vencer y nos alejamos de aquellos que parecen más fuertes que nosotros.
Este peligro puede ser tan real como falso, pues es nuestra mente quien decide que es lo peligroso. Cuando pensamos que algo es peligroso, o le tenemos miedo a ello, es porque tenemos un conocimiento de ello o por experiencias previa que resurgen en nuestra mente, alertándonos, y como respuesta nosotros actuamos de este modo, en forma preventiva y defensiva. Pero muchas veces el miedo que sentimos hacia algún peligro, no es realmente un peligro, sino que sencillamente nosotros nos condicionamos por medio de experiencias previas a pensar que tal peligro de verdad existe, y por ende sentimos miedo a volver a pasar por una experiencia así y nos sentimos amenazados, aunque no tengamos ningún motivo real. El comportamiento humano no se guía por las cosas tal cual como son, sino tal cual parecen ser. En otras palabras, tergiversamos la realidad, mezclándola con recuerdos y emociones anteriores, pudiendo el miedo llegar a formar serios conflictos y mal entendidos inter-personales.
La forma en cómo se manifiesta cada sentimiento en nuestro cuerpo es diferente y por lo tanto, produce sensaciones diferentes. Las sensaciones derivadas del miedo pueden manifestarse en nuestra mente como confusión, sentirse indefenso, preocupación, angustia, aprehensión y pensamientos negativos repentinos. Además el temor se ve reflejado en síntomas físicos, y como ya mencioné anteriormente, dependen de cada persona. No creo que valga la pena mencionarlos, todos los conocemos: transpiración, tensión, escalofríos, etc. Esto nos muestra cuán relacionado están nuestras partes psíquica y física.
Los miedos pueden tener diferentes orígenes, por lo que existen varios tipos:
Los temores innatos, que son propios de la naturaleza humana, como el miedo a lo desconocido, la incertidumbre o la muerte.
El miedo en el desarrollo, que son propios de la edad, como por ejemplo el temor a ser desplazado cuando aparece un nuevo hermanito en la familia, o bien los miedos en la noche, en los que los niños en edad pre-escolar despiertan llorando y se van a la cama de los papás. Los temores en el desarrollo se deben en gran medida a que a los niños pequeños le cuesta distinguir entre realidad y ficción, y les parece totalmente creíble que debajo de su cama pueda salir un monstruo. Conforme un ser humano se desarrolla, sus respuestas al miedo son más específicas.
Por experiencias traumáticas: Surge cuando hemos sido víctimas de un asalto peligroso o de la muerte de un familiar cercano que nos hace pensar en nuestra fragilidad, en nuestra soledad, o en la proximidad de nuestra propia muerte. Estas experiencias se pueden dar en cualquier ámbito, ya sea amoroso, familiar, económico, social, político, etc. Y que nos condicionan a tener miedo frente a posibles situaciones parecidas.
Por último, existen también las llamadas fobias, que no son más que temores desplazados. Es decir, ante un temor muy amenazante o doloroso, desplazo el sentimiento hacia cualquier otro objeto concreto y así concentro mi miedo en cualquier otra cosa y no en varias, o en aquellas que me crearían culpa o dolor externo. La fobia concentra el temor doloroso o la ansiedad indefinida en un objeto o situación específica, y con ello, lo vuelve más controlable.
Finalmente me doy cuenta de el miedo es algo que todos llevamos dentro y que no nos deja tranquilos. Siempre existe la posibilidad de caer, de fracasar, aunque esta sea mínima. Cuando estamos enamorados, está presente, por ejemplo, el miedo al abandono; cuando sufrimos, el miedo a no poder volver a estar feliz; cuando odiamos, a no poder a amar nuevamente. La diferencia está en que algunos siguen avanzando por un camino incierto, llevando este sentimiento y luchando, a su vez, contra él, motivados por lo que quieren, y esto los convierte en verdaderos valientes, porque sin miedo no existe la valentía. En cambio, otros se dejan vencer por el miedo, o simplemente se creen demasiado débiles para superarlo por sí mismos, se sienten tan amenazados, que permanecen inmóviles, sin avanzar en esta vida, y no avanzar, es perder las más maravillosas oportunidades, experiencias y regalos que Dios tiene para nosotros. |