No sé si valdría haber vivido ochocientos años. Con semejante cantidad de tiempo podría olvidar facilmente una de sus noches. Al menos unas horas de esa noche. Uno dice la noche, y la noche pueden ser doce, ocho o cinco o tres horas. Se cuenta la noche a partir de meterse y salir de la cama .(¿Cuántas noches caben en un insomnio?).
Lo cierto es que no puedo olvidarte. A vos, claro. Pero, vos sos la noche, esa noche, esas horas. Y estoy dándole vuelta a todos mis sentimientos para saber cual es el que me hace recordar.

Ahora caminé por esas calles tuyas. Y fue un poco tocarte. Te toco en la calle, en el viento. Te toco desde mi intimidad secreta. No lo sabes. No te importa. No me importa si te importa o si no sabes. No importa nada en este momento en el que decido retirarme del mundo, encerrarme en mi casa. Pero quiero saber que es este sentimiento que me deja indefensa ante tus ojos como ante dos atardeceres. Busco y en la maraña de cosas, algo brilla en el fondo. Es transparente. Lleva una etiqueta y dice irrompible. Tiene fibras que no veo, sólo siento. Huele y es dulce. Pareciera que siempre está a flor de labios, sin embargo su raíz penetra el fondo de tu vida. Es eso que te tra a mí, una y mil veces. Lo que impide olvidarte. Esta ternura que sos y con la que te abraza mi alma.