…para distraerse del sur.
Debe saberse primero que la práctica de esta evasión servirá a aquellos que descubran de su alma cierta debilidad por esa línea que no es, en realidad, entre un mar y un cielo. Que no es, en realidad, cuando es junio, cuando el agua se vuelve plata fundida, el aire azufre, y el tiempo se hace las cinco de la tarde desde la cima del sombrero de esa chimenea que es cumbre entre tejas, cables, tanques de agua, gatos, cristales en ventanas que encierran señoras junto a su plancha en sofocantes atmósferas de lípidos vapores y desgracias comunes de Venezolanos que no sospechan el interesante parecido que existe entre su comportamiento y el de los siervos en primavera, y la invitación un tanto descortés que el anciano nos ofrece al mundo mas bien inmediato, al grito de: _¡¡No te hagas el pelotudo que todavía no son las seis!! Bajá y terminá de pintar las tablas, ...¡pendejo!.
Bien. Para distraerse del sur, es primordial por las mañanas respirar. Es eficaz a veces dedicar a este acto que es de por sí inconsciente la concentración que automáticamente va a restársele a la memoria, que con frecuencia se empeña en recordar las inocentes reflexiones de la noche anterior que irrevocablemente caen, como la vida, en el sur.
Se recomienda, incluso antes de hundir las manos en el agua gélida que vierte la canilla del lavatorio, encender la televisión y detenerla en un canal ruidoso, de preferencia un programa en el que se retuerzan personas que con alaridos analicen la elegancia de otras personas al retorcerse, al retorcerse con la intensidad necesaria para obviar esas insinuaciones que el sur suele hacerle a la sed natural del hombre.
Caminar con atención exagerada a la caca que los perros suelen disponer a nuestros pasos, y en ocasiones, pero sin desatender al minado trayecto, llevar la vista a los semáforos a los que por cierto, el sur siempre va a querer oxidar.
Es importante saber que el sur no busca bebedores sino de a uno. Es aconsejable efectuar entonces la mimetización con un grupo de personas que rían exhibiendo blancos dientes. Se procede al intercambio de sonidos. La elaboración rápida de ideas y su concreción en palabras es un buen ejercicio de distracción. En caso de no ser diestro en el “arte” de la conversación siempre puede recurrirse a temas como: Autos, política, mujeres, Maradona, o exponer que el caviar sale del esturión que es un pez grande que nada en Rusia, que a su vez es un país feo al que no iríamos si tuviésemos la oportunidad, porque sin dudarlo escogeríamos una estadía en la bonita Ibiza, para dejar que el sol estimule en nuestros cerebros la segregación de la tan preciada melanina que produce la felicidad que va a quedar atrapada entre nuestros cuerpos y esa inmunda, hedionda, y pegajosa capa de bronceador en el que va a adherirse la arena, que no a de ser negra, como en el sur.
Si pasados los cuarenta años de edad podemos detenernos de vez en cuando frente a la colección de corbatas que desde el interior del ropero relucen de a una en gratificantes recuerdos de éxitos empresariales, podemos decir que el ejercicio de distracción a sido productivo y hemos vencido sobre el sur que para ese entonces no va a existir mas que estampado en algún que otro mapa.
Si por otra parte caemos en la cuenta de que no recordamos la sensación del tiempo. Si entendemos que no hay mas belleza que la de un cepillo de dientes, un pote vacío de yogurt Gándara con fecha de vencimiento en octubre del 86 y una libreta, mientras se distorsionan un poco en el aire que ahora es más turbio, más verde y más salado, podemos deducir, que no hemos tenido éxito.
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