Te quiero, al derecho y al revés, por fuera y también en las entrañas, en tu ángel y tu diablo, en tu fortaleza y tu debilidad, en tu nobleza y tu estupidéz; por ser un niño hombre, a veces la mitad y otras el todo, algunas veces el refugio que me salva y otras, mi íntimo enemigo.
Un pacto con Dios, y lo inexplicable de lo que no se sabe, de lo que puede ser ahora, pero acabarse en cualquier instante; podría describir ahora el desasociego de ese momento, luego, respirar sería solo eso, sin mas significado que inhalar y exhalar un aire enrarecido por tu falta.
Te extraño, no con el alma, sino con el cuerpo, no con los ojos, sino con la lágrima, no con la mente, sino con el recuerdo; el recuerdo vívido de que sos tan real, como la percepción de una caricia, de el aliento, de el perfume propio de tu piel, inmiscuyéndose sutilmente en cada poro, y llegando asta la fibra misma, que no tiene un lugar concreto dentro de la anatomía, y sin embargo es la culpable de este deseo, de estas ganas de el calor de tus labios, de tu boca al compenetrarse con mi boca, en un producto único que solo tiene sentido dentro del mismo acto, tan inocente y puro, como el comienzo del pecado que hemos elegido para ser felices.