Manejar a eso de las dos de la tarde, con el calor y la hipoglicemia que sigue al almuerzo, permite toda clase de reflexiones y ensoñaciones durante la marcha.
El hecho de que las ruedas traseras de los automóviles sean fijas, es decir que son las delanteras móviles las que dirigen el automóvil hacia un lado u otro, es lo que permite que jamás pueda uno girar a la izquierda o a la derecha sino describiendo un arco, que sostenido en velocidad y ángulo nos tendrá en un círculo hasta cuando decidamos romper la trayectoria.
En estas y otras interesantes maravillas del universo estaba absorto el Dr. Armijo, cuando por no dar un movimiento levógiro al volante, y por ende a su auto, se incrustó bajo el acoplado de un camión de mudanzas. El chofer del camión pensaba en que el reloj que le había regalado su mujer avanzaba siempre para el mismo lado y su vida en torno a él (y en torno a ella) se iba cerrando en esa dirección, igual como la llave del agua fría que se cierra dándole vueltas a la derecha.
La mujer del chofer, a quien sus padres habían bautizado como Carmen por el santo del día de su nacimiento, acababa de cumplir 42 años y había decidido hacerse un pequeño regalo. De modo que hace hora y media gemía en el lecho del vendedor de seguros, mientras no despegaba los ojos de un reloj de pared que marcaba las dos y diecisiete, y cuyo segundero se había quedado porfiadamente atrapado entre el 5 y el 6, dando unos botes estúpidos que la tenían al borde de la locura, que por cierto, matizada con la cogida del vendedor de seguros no le venía nada mal de regalo de cumpleaños.
Ana María, en tanto, criada en el sur por sus abuelos, había salido temprano del trabajo por la úlcera maldita que le abría el esófago como atravesado por un puñal de mentol. Se acercó con furia ulcerosa a la puerta y clavó la llave un su sitio dándole un movimiento dextrógiro, mismo que apuró al escuchar un sonido como de gemidos desde su dormitorio que se agudizaron cuando la puerta, en giro hacia la izquierda, le dejó ver a su marido jodiéndose a su prima Carmen.
En el mismo momento se oyó un ruidoso choque tras ella, que tras rápido giro verificó como un auto que se incrustaba en un camión de mudanzas.
Los gemidos cesaron y fueron las dos con dieciocho. Luego, de a poco, cada vez más tarde. |