No se que pasó ese día. He tratado de recordar pero creo que ese día entré en un gran shock porque mi memoria no logra funcionar perfectamente.
Recuerdo que me había levantado con un fuerte dolor en el pecho, no soy de las mujeres que tienen presentimientos, pero ese día tenía la leve sensación de que algo iba a pasar, algo que iba a cambiarme la vida por completo, o por lo menos mi manera de pensar. Sin embargo no hice caso. Tuve un desayuno muy liviano, puesto que no tenía hambre, seguía preocupada pero no sabía el por qué de mi preocupación; decidí echarle la culpa al trabajo; había dejado varias cosas sin hacer y sabía que la próxima semana iba a estar llena de trabajo, pero por lo menos ese día iba a descansar. Era el único día en que iba a tener la cabaña de mi abuelo para mí sola; ¿Cuándo se volvería a presentar esa oportunidad?, además había trabajado mucho y necesitaba un descanso muy merecido, el estrés me estaba matando y el doctor me había recetado unas vacaciones. En el trabajo me habían dado una semana para que no pensara en el trabajo y me aliviara pronto, solo tenía que descansar.
A las 7:00 am prendí en carro e inicié la ruta a la cabaña; quería llegar temprano a ver si dejaba de preocuparme por todo. Llegué a las 8:30 am. Fue un largo corto, puesto que no había muchos carros en la vía. La cabaña no había cambiado mucho, seguía con la misma pintura roja y blanca que tenía desde que yo era una niña y solía corretear a las gallinas. Ya no habían gallinas, solo nos acompañaba Fermín, el viejo perro guardián al que ya no le quedaban fuerzas ni para ladrar, pero que había sido mi terror por muchos años.
Llegué y Doña Juana, la señora que cuidaba la cabaña desde que había muerto mi abuelo me atendió. Me tenía la habitación principal lista; aquella que había sido de mis abuelos y bisabuelos por generaciones; mas de un muerto llevaba esa cama. Cuando entré a la habitación me dio un leve olor a flores de cementerio, y sentí nuevamente ese dolor en el pecho que ya no me dejaba en paz, así que decidí quedarme en la habitación en donde siempre me había quedado, la mas pequeña, pero la mas cómoda para mí. Seguía igual, con todas las muñecas que mis abuelos me habían regalado, el triciclo que mi tío Hernando me había traído de Brasil, y las mantas rosadas que hacían juego con la cama, el tocador y la pintura de la habitación.
Doña Juana me pidió un permiso para no acompañarme esa semana, su madre había fallecido de repente y tuvo que viajar. Yo no tuve inconveniente en quedarme sola y dejarla ir; aunque no les puedo negar que sentía un escalofriante miedo al saber que iba a estar sola en esa cabaña durante esa semana. ¿Por qué? No lo sabía en ese momento, era como lo dije antes, un simple presentimiento.
Ese día me puse el vestido de baño, salí a la piscina tomé un baño y tomé el sol. Cuando lo tomaba pasó nuevamente algo, sentí que me estaban vigilando… Vi pasar una sombra rápidamente por entre los matorrales que rodeaban a la piscina. No la vía muy bien así que me conformé con pensar que había sido un simple pájaro. ¡Si lo hubiera sabido!! ¡Si hubiera buscado al dueño de dicha sombra nada hubiera sucedido!! Almorcé, Juana me había dejado preparado el almuerzo antes de irse, y luego me puse a revisar algo de mi trabajo hasta que me quedé profunda. Si ahora me lo preguntan, estoy segura de que me quedé dormida en la sala, pero de alguna u otra forma aparecí en la habitación principal, consumiéndome entre el olor a cementerio. Me levanté asustada, ¿Qué pasaba allí?, me pregunté. Quise salir corriendo, alisté maletas y cogí las llaves del carro, pero algo me detuvo. Por algo estaba allí, algo iba a pasar y tenía que vivirlo, era mi destino, aunque no creyera en un destino escrito, de todas formas había una gran fuerza que me impedía irme. Así que volví a dejar la ropa en donde estaba y decidí tomar un baño. Entré a la ducha, el agua estaba fría pero refrescante y deliciosa. Estaba concentrada en como el agua caía por mi piel, por cada parte de mi cuerpo acariciándome, tocándome con el jabón que se confundía con el agua y el aroma de mi piel. Estaba ahora tan tranquila, tan alejada de todo…
De pronto todo se oscureció para mí, sentí que me estaban vigilando, mientras yo estaba desnuda en la bañera acariciando mi cuerpo y botando las malas energías. ¡¡Me quedé estática!! Otra vez aquella sombra que ví en la piscina la veía en frente mío; ya sabía que no era un simple péjaro, era un hombre, solo podía ver que era alto, no me podía mover así que no volteé a mirarlo…
Estaba allí parado detrás de mí. Yo simplemente no podía moverme, así lo hubiese querido. No se me pasaba nada por la cabeza, mis músculos y reflejos no reaccionaban, estaba en completo shock. De pronto él comenzó a tocarme, cogió mi cintura, y noté que sus manos eran fuertes y grandes. Rodeó mi cuerpo y me abrazó con gran ternura; al acercar su cuerpo contra el mío me di cuenta de que estaba desnudo. Luego bajó sus manos y comenzó a moverlas en círculo sobre mi abdomen; yo estaba petrificada, llena de miedo y excitación; mi respiración era cada vez mas fuerte, mi cuerpo se llenó de calor, hervía como si tuviera una gran fiebre, y sentía contracciones en todo mi cuerpo. Luego subió sus manos a mis senos, los apretó, los tocó en diferentes formas, haciéndome sentir mil cosas diferentes, ya no aguantaba mas, la excitación era tan inmensa que sentía que iba a explotar; nunca nadie lo había hecho tan bien. Subió a mi cuello con su boca, mientras sus manos seguían en mis senos, pasaba sus labios y lengua por mi cuello con tal cuidado y seducción, a veces daba pequeños mordiscos que hacía que me mordiera por dentro y su respiración era tan fuerte que sentía que tan excitado estaba y eso lo hacía más seductor. Me arrinconó contra la pared de la regadera, el agua no dejaba de caer, se agachó y comenzó a morderme los tobillos y talones tan suavemente, subió con su boca por los músculos de mis piernas, que debido a la excitación estaban completamente duros. Iba subiendo, y subiendo…. Suavemente… hasta que llegó a la pelvis, en donde presionó con tal fuerza y precisión que me dejó de cierta forma en shock, quedé ahí sin sentido alguno, ahogada en deseo, en un éxtasis, en una estación y erotismo del que nunca había disfrutado…
Cuando salí del shock, con el agua cayendo todavía sobre mi cabeza, enfriando mi cuerpo y mis pensamientos, supe que ya se había ido; sin decirme si quiera quien había sido.
Terminé de pasar mi semana de vacaciones sin ninguna alteración, tranquila, feliz, con la única compañía de Fermín el perro guardián, y sin ninguna sombra que me espiara… volví a mi trabajo y me di cuenta de que aquél presentimiento que tenía no era malo; si no que era un aviso de que algo maravilloso iba a suceder, de que estaba viva y tenía que vivir.
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