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Azotea

El cielo se comienza a teñir de rojo. La mayoría de los pájaros ya salieron a la rutinaria búsqueda de alimentos. Desde el borde, puede observar la adormecida ciudad que comienza a funcionar.
“Podría hacerlo, ahora mismo… Volar como los pájaros.”
Muchas veces lo había pensado. ¿Por qué sentía que la vida era tan frágil?
Angustiado se pone a llorar, con lágrimas secas de tanto tiempo esperar. Toda la tristeza se acumuló en sus ojos cansados, en su corazón gastado y en sus manos temblorosas.
Mauro estaba al fin sucumbiendo a sus emociones, su alma fraguada se estaba deshaciendo, mientras se iluminaba con los primeros rayos del sol.
La azotea se había convertido en su espacio privado, desde que todos sus problemas comenzaron, hace ocho años. Tenía apenas trece inviernos, cuando sucedió por primera vez. Iba a visitar a su abuela, ese día estaba de cumpleaños. En el camino tuvo la crisis. Comenzó a temblar, su corazón estaba estrangulado bajo su sudoroso pecho. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas. De repente lo tuvo claro: “voy a morir”. En ese momento, se desmayó.
Después de ese episodio ya no pudo más ir a la casa de su abuela, en realidad, los ataques se hicieron tan frecuentes, que ya no quiso más abandonar su morada. Cuando su madre lo llevó al médico, este dijo que tenía que tratarse con un psiquiatra infantil, porque padecía de un trastorno de pánico con agorafobia. Lucía, indignada, se retiró de la consulta con un portazo:
- ¡Mi hijo no está loco!
Vivió junto a su madre durante todos esos años, sin poder abandonar el edificio. Ella providenció para que recibiera clases particulares e hizo todo lo posible para que tuviera una vida normal.
Se tranquiliza un poco.
Sintió que todo estaba claro, ya sabía lo que tenía que hacer.


Décimo piso

Que viaje es la vida. En mis veintiún años, nunca había conocido un amor diferente al de una madre. En realidad, nunca había tenido sexo con otra mujer que no fuera Lucía.

Noveno piso

Fui un niño feliz, nunca sentí la ausencia de mi padre. El se fue cuando apenas tenía dos años de vida. Lucía nunca me hablaba de él. Lo único que supe por una vieja foto que encontré, es que tenía un tatuaje de un delfín en el brazo izquierdo.

Octavo piso

Una vez vi, por la ventana que daba al sur, a un hombre cojo asaltando a una mujer, que después supe, vivía en el departamento de abajo. Estaba muy lejos, pero aún así pude saborear el odio que imprimía el ladrón en cada patada que le otorgó por resistirse.

Séptimo piso

Quisiera en este momento pensar en cosas más profundas, sacar alguna conclusión importante de mi corta existencia, pero me siguen viniendo a la mente hecho triviales.
Que sensación más agradable… No lo cambiaría por ninguna montaña rusa.

Sexto piso

Hummm. Me acabo de acordar que no dejé ninguna nota a mi madre. ¿Me entenderá? Fue todo tan espontáneo…
Siempre le hablé que me gustaría donar mis órganos, cuando muriera. ¿Se acordará?

Quinto piso

Mi tórax se expande, por la contracción involuntaria de mi diafragma y músculos intercostales, creando una presión negativa que hace que llegué a mis pulmones la última cuota de aire fresco que voy a arrebatar de este mundo. Nunca había sentido un aire tan fresco, tan vivo.

Cuarto piso

Veo por la ventana a la señora Adelaida, una viejita simpática amiga de mi madre, que siempre nos iba a visitar. Está de espaldas, agachada, no alcanzo a ver que está haciendo. ¿Me extrañará? ¿Sabrá consolar a mi mami?

Tercer piso

¿Existirá realmente Dios? Y si fuera así, ¿me aceptaría? No sé… nunca pude sentirlo.
Creo que esta es la primera vez que me gustaría creer, de corazón, que algo me espera al final.

Segundo piso

Miro para el suelo, que cerca está. ¿Cómo llegué tan rápido acá abajo?
Lo más positivo de esto es que no me he arrepentido. Es más, hace mucho tiempo que no me sentía tan libre, tan dueño de mi cuerpo, señor de mis acciones. Soy libre, al fin libre.

Primer piso

Que maravilloso es el mundo. Que pena que me lo he perdido durante tanto tiempo. Siento que lo he compensado.
Me di cuenta que ya no le tengo miedo a la muerte.
Libertad.

Texto agregado el 22-09-2003, y leído por 293 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-10-2003 Tu cuento es bueno, tiene gotas de Cortàzar, de Borges, aunque no asegurarìa que los conoces. Pero aun hay mucho de ti en los cuentos, y e nota. Ve eso. bioyanez
 
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